Te perdí cordura,
entre las hojas del otoño,
en lugares mugrientos,
cuando dejé atrás mi niñez.
Monstruos que se alimentaban de palomas,
me paralizaron con su mirada sucia,
se llevaron los buenos momentos de aquel siglo.
Impusieron parálisis y soledad.
Cerré los párpados para olvidarlos.
No fue suficiente.
Imaginé un mundo mejor donde ellos no existirían.
Nunca ha sido suficiente.
Y han permanecido siempre,
junto a mis deseos de venganzas,
porque mi mente masoquista así lo decidió;
nunca más me sentiría solo.
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