Un beso tímido pero interminable
Mi universo es una ecuación,
y tú eres la incógnita.
Estoy prendado de ti
aunque a veces te mienta
y cometa pecados imperdonables,
mas mi amor,
aunque no ha sido siempre sincero,
es puro e incondicional.
Tú y yo caminamos discretamente en el silencio,
imaginando viajes que nunca vamos a hacer.
Viviendo vidas alternas,
grandes proyectos escondidos entre pequeñas cosas
como un te quiero dicho entre susurros,
tu sonrisa cálida desde el otro lado del sofá
o un beso tímido pero interminable cada vez que nos separamos.
Somos esclavos del tiempo,
como lo son el resto de habitantes del universo.
Al menos eso he podido constatar en mil múltiples viajes.
Somos todos seres que giramos alrededor de un sol
que cada día se acerca más a su final.
Somos polillas que saben que se quemarán al acercarse a la luz
pero que no pueden evitarlo
e irremediablemente esperan la destrucción.
Dime qué será de mí cuando los planetas exploten,
uno tras otro en una cadena infinita,
cuando sólo seamos polvo de estrellas.
¿Me seguirás queriendo cuando no quede ya nada de mí?
Y, si es el caso, ¿lo harás porque lo merezco
o sólo por lo bonita que era nuestra imagen en los escaparates?
Es preciso y precioso quererte en el vacío,
atrapado en las incógnitas del universo,
preguntándome cuántos errores serás capaz de personarme.
Si, cuando ya no esté, dejaré un recuerdo dulce o amargo.
Y en mis viajes en el universo,
me pregunto si encontraré
entre todas aquellas ruinas
el camino de vuelta hacia ti.
Y esperando volver,
me pregunto si seguirás ahí
cuando yo esté
donde nada está.
Cuando no puedas besarme,
ni pueda sacudirme de encima
todo el polvo y el cansancio
acumulados en mis viajes.
Y, algún día,
sentados,
observando el horizonte,
en alguna playa,
el día del fin de algún mundo,
entre el sonido de las olas
escucharé tu voz
preguntándome si ha merecido la pena
visitar todos aquellos lugares
en los que sólo encontré dolor.
Y yo, sentaré mi cabeza sobre tus piernas
pidiéndote así que acaricies mi pelo
y descubriré en cada instante de tu voz un trozo de verdad:
un sol que calienta pero no quema,
y una lluvia que junto él alimentará los campos
y volverá a hacer crecer las flores.
El milagro de la vida
que vuelve en pequeñas dosis
para traer una pizca de esperanza.
Y nos veré a los dos, renaciendo,
desnudos,
intactas todas las cicatrices
y defectos de nuestros débiles cuerpos.
Observaré con detalle cómo se conjugan nuestros defectos
para llegar a la conclusión de que no quiero ninguna atadura
excepto la que me une contigo,
porque son las pizcas de amor
de nuestras desbordadas almas
la respuesta a aquella incógnita
capaz de resolver todas las ecuaciones
que desbordan infinitos universos.
