Estímulos
Nos preguntamos si éste es el mundo que deseamos para nuestros hijos cuando ni siquiera es el que deseamos para nosotros. Nos cuesta reconocer que no tenemos control alguno sobre la realidad; las cosas pasan y nosotros intentamos adaptarnos. Ayer paseaba con mi hija por El Corte Inglés y, de repente caí en la cuenta o, mejor dicho, me caí del guindo. Pretendiendo pasar un rato en familia y hacer un par de compras en el supermercado la estábamos sometiendo a una miríada de estímulos de los que le era imposible escapar. No es extraño que pidan cosas sin control. Lo que sería realmente extraño es que no lo hicieran.
Mientras, nosotros tratamos de educarles. Enseñarles que no se puede tener todo lo que se desea. Sin darnos cuenta de que caemos en la misma trampa. No queremos que tengan un móvil. Pero nosotros sí que lo tenemos, y a través de él podemos acceder con facilidad a un amplio abanico de compulsiones consumistas y adicciones. Ignoramos el valor del dinero porque ni siquiera lo vemos y porque siempre hay alguien dispuesto a prestarnos más, prestamos a tipos de interés abusivos que aceptamos porque no hay nada peor que encontrar la fuerza de voluntad necesaria para ignorar todos esos estímulos.
Puede que Carlos Sobera haya tenido que aceptar hacer tantos anuncios de microcréditos y casas de apuesta online por un problema de ludopatía. Y tenga tantas deudas que no haya podido hacer otra cosa que ponerse en manos de los usureros. El círculo se cierra mientras ve como su imagen pública se hunde en el fango. O, puede, y es lo más probable, que ni siquiera le importe, que considere que sólo interpreta un papel, que carece de cualquier tipo de responsabilidad. Porque él es sólo un estímulo, otro más, lo mismo que nosotros, cuando nos exponemos en las redes sociales a cambio de likes.
Probablemente llegue el momento aterrador en que mi hija me diga que quiere ser un producto. No con esas palabras, claro, pero querrá ser famosa ante un grupo reducido de personas. Podemos serlo para nuestros seguidores, e incluso usarla, poner fotos de ella tan mona a sus tres añitos para obtener más me gustas. Mientras no tan oscuras compañías analizan cada uno de nuestros movimientos para recoger nuestros datos y convertirlos en publicidad a medida que recibiremos en nuestro móvil, nuestro correo electrónico, que aparecerán en nuestras páginas favoritas para permitirnos comprar unos pantalones sin ni siquiera salir de casa.
No importa el motivo por el que quieras ser famoso. Al sistema le es indiferente incluso si tu objetivo es derrocarlo. Que uses sus medios para hacerlo es ineficaz. Querrás tener más seguidores, más respuestas, más mensajes privados. En definitiva, más datos que almacenar y manejar. La guerra de lo políticamente correcto, el intento de definir qué es la izquierda es sólo música de fondo. Avanzamos tan rápido que es imposible realizar una teoría útil para el objetivo de la liberación humana. Porque un mundo que no podemos definir es un mundo que no podemos transformar.