
Bosque
Perdido en la espesura del bosque,
escucho el susurro de las hojas
entonando una melancólica canción.
La repito en mi mente, una y otra vez,
tratando de no olvidarla nunca
para poder transcribirla exactamente
tal como ellas la interpretaron.
Hubiera sido feliz con sólo llevarme
una ramita a mi casa, capaz de
concentrar el eco de aquel lugar.
Pero el bosque protege sus secretos
y nada de lo que allí pertenece
podrá salir con vida.
Llevo días andando,
tengo la sensación de ir en círculo
y, constantemente, me ronda la idea
de que quizá yo también
pertenezca ahora a este lugar.

Morir en tu piel
Pegado a tu piel nunca pasa el tiempo,
podemos acostarnos de madrugada
y despertar besándonos lentamente.
Tu cuerpo me da la posibilidad
de vivir cada segundo una aventura diferente.
Es un universo insondable,
y cada uno de tus poros esconde
una galaxia: un laberinto,
una ciudad prohibida, un templo sagrado,
un pequeño mundo en guerra en el
que se enfrentan soldados de plástico de
diferentes colores y épocas, un jardín,
rodeado por hadas cuyas flores,
en una eterna primavera, aroman tu
cuerpo con el sabor de tu perfume
y un campo de hierba donde puedes tumbarte
y dejar que las hojas te acaricien lentamente
mientras tu mente viaja a una cataratas.
El agua choca contra mi piel
y yo contra la tuya.
Querría hacerlo hasta desaparecer en ella.
Quiero morir en tu piel,
no sin antes recorrer cada uno de tus mundos.
Quedarnos en el momento exacto antes de corrernos,
cuando te ruborizas y vuelves a ser una adolescente.
Cuando mi mente deja de explorar todos tus mundos
para perderse otra vez en tu mirada.
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