Portocolom
Escondida bajo un verano horrible
aquella semana fue un vergel.
Tú y yo en aquella habitación,
cada día bajábamos a la piscina,
habría vendido mi eternidad
sólo por ver tu cuerpo azul bajo el agua
y perderme entre esos ojos, enormes,
que aúnan curiosidad e inocencia.
Sólo me río contigo,
te parecerá una tontería,
pero eres la única persona
que me hace reír con ganas.
Porque con los demás
sólo lo hago para quedar bien,
como si leyera una frase en un guion
que sólo he aceptado por dinero
porque no cuenta nuestra historia.
Todas las noches, nuestra habitación
olía a marihuana y, perdido entre el humo,
a veces soñaba con vivir en el fondo del mar.
Tú conseguías devolverme a tierra.
Me contabas historias de otros veranos,
de tu juventud,
antes de nosotros,
cuando no te conocía y,
sin embargo,
ya estaba enamorado de ti.
Nos reíamos tanto,
nos encantaban las travesuras,
deambular por las zonas comunes del hotel
sabiendo que todos los que estaban ahí
sólo eran secundarios porque
aquella semana
había sido escrita para nosotros dos.
Desde niño soñé con vivir en una burbuja bajo el mar,
también quise ser policía y bombero,
escogía cualquier profesión
guiándome por las series que me gustaban.
Ahora, sin embargo, prefiero las tramas simples,
besarte sin motivo, follar en la piscina cuando no hay nadie,
y revisar, una y otra vez, todos los capítulos
de nuestros mejores veranos.
Sólo prométeme una cosa.
Si alguna vez algo nos pasa,
si confundimos el camino
o la muerte se cruza en él,
nunca volveremos solos a aquel hotel,
ni siquiera a aquel lugar.
Porque aquella vez vivimos un sueño
y aquel lugar hoy es una fantasía
que cada día,
tú y yo
hacemos realidad.
Portocolom
Las vidas alternas
