La estrella fanática,
carta abierta a Rebeca Linares
Las vidas alternas.
Los años imaginados.
Las personas que nunca llegué a ser.
El mañana cambiaré,
los gestos vacuos,
finales infelices y palabras que ahogan.
Las voces que me rodean,
hágase su voluntad,
coge esa cuchilla:
ya sabes lo que tienes que hacer.
Cicatrices en mis brazos.
Sangre derramada.
Sabor metálico.
Imágenes.
Violencia inventada,
también imaginada y alterna.
La madre muerta,
me canta nanas todas las noches:
“Sal,
cumple tus deseos, hijo mío.
Los dioses crearon el mundo
Y después a ti,
sólo para que lo conquistaras”.
Me pregunto si tu sangre también llora en contacto con la cuchilla,
si de verdad me entiendes o sólo lo dices,
si te caigo bien,
si quieres que forme parte de tu mundo.
Llegará un día en que desaparezca
y querré que tú estés conmigo donde yo no esté.
Ellas dicen que tu amor es sincero.
Te veo de espaldas, salir por la puerta.
Me pregunto si volverás.
Y nuestra relación se convierte en una tortura.
Insatisfecha pasas cada vez más tiempo fuera.
Las voces dicen que no me detenga,
que te haga un abrigo con mi piel para nunca separarnos.
Me pregunto cómo será aquella sensación.
La del sexo que practicáis y disfrutáis.
Mi anodino enemigo.
Y quisiera abrir en canal a la protagonista de una serie juvenil,
esparcir sus órganos en nuestro colchón
y echar el polvo de nuestras vidas.
Entre los sabores metálicos
y el intenso aroma de la juventud.
Las voces y su cháchara.
Los vecinos que me observan a través de las ventanas.
Los cuchillos ordenados,
y me pregunto qué sentiría si me clavaras uno hasta el fondo.
¿Nos sentiríamos más cerca así?
Y, si me ducho después,
¿quedaría como nuevo?
Dime,
quién tengo que ser para que me quieras más.
Te prometo que lo haré,
Que saldré a la calle y la secuestraré.
Clavaré sus piernas al suelo con agujas de coser.
Y le cortaré el cuello.
Te prometo que seré obediente,
no volveré a dejarme llevar,
maldita excitación del momento,
lo haré,
paso por paso,
tal como a ti te gusta.