El garrotín
Gonzalo García Pelayo, uno de los padres de lo que, sin ánimo de concretar ha venido a llamarse Rock Andaluz, dijo que ellos fueron los primeros en darse cuenta de que “hacer lo de Frank Zappa y Jimmy Hendrix no tiene mucho sentido siendo sevillanos. Por qué no mezclar todo eso un poco con el flamenco y los gitanos”.
Dicho y hecho. Smash pronto encontraron su camino entre la tradición y la vanguardia, lo local y lo universal, la pureza y el mestizaje. Y es que no tuvieron otro remedio que obligar a La Niña de los Peines y Manolo Caracol a follar con los reyes de la psicodelia hippie ya mencionados, reconociendo como propia la criatura que salió de ahí.
Son muestra de la fuerza de una siempre minusvalorada escena sevillana que sigue dando teniendo mucho que decir y que actualmente lo hace a través de propuestas libres y universalmente locales, tan originales como estimulantes como lo son bandas como Pony Bravo, Orthodox, Miraflores o el Niño de Elche.
Quizá parezca una canción festiva sin más, pero lo más simple es a veces lo más complejo. ¿Quién podía imaginar una canción así en aquella época? Nadie. Se alzaron de las sombras del underground para traer algo totalmente nuevo. Fueron el hipismo andaluz al igual que Triana fueron los sinfónicos y Kiko Veneno y los hermanos Amador(cuya aportación a esa obra maestra que es La leyenda del Tiempo de Camarón es innegable) la voz de los barrios, el hachís, el flamenco, la transición y el LSD.
En fin, que los flamencos no se tiren de los pelos con Rosalía porque el mestizaje no viene de hoy. La música es de quien la toca, no de quien la escucha. Nunca de aquellos que se dedican a teorizar pretendiendo establecer reglas sobre lo que puede hacerse y lo que no.
Quizá fuera corta la vida de Smash pero sus enseñanzas e influencia están más vivas que nunca.

El garrotin