Diciembre
Como el pez que,
haciendo un último esfuerzo,
sube a la superficie
para despedirse.
Como en diciembre,
cuando los muertos
abandonan sus tumbas
para colarse en nuestros recuerdos.
Como si tú vivieras en la realidad
y yo en una dimensión paralela.
Como una cebra
corriendo sin mirar
en la explanada
mientras le persiguen los depredadores.
Como en el invierno,
caminando por el bosque
sin lugar donde refugiarme.
Como mi mente se hubiera averiado
y ya fuera incapaz de saber dónde estoy.
Y lo he perdido todo,
corriendo por las calles,
buscando sin encontrar,
sintiendo sin descanso.
Caminando entre la lluvia,
empapado de arriba abajo,
mientras mi corazón
se encoge ante tanta belleza.
Y ante toda esa belleza
no puedo entender
por qué siempre me he sentido tan triste.

Tan solitario,
ahora que lo he perdido todo
porque no aprendí de mis errores.
Simplemente me limité a recitar
el papel que me había tocado
y, en la intimidad de mi hogar,
me convertía en la persona que era.
Y vivía entre sangre y pesadillas
y bebía hasta perder el conocimiento.
Y, entonces, soñaba contigo,
que habías venido a visitarme en mi mundo
y ya no existía una distancia infinita entre los dos.
Los universos desaparecían,
las nubes cubrían nuestro cielo
y, en medio de ellas,
volábamos los dos.
Y, después, me despertaba
en una realidad sin sueños,
donde no coges el teléfono
porque no te quieres quemar.
Como la víctima
de un accidente de tráfico
cuando todo salta por los aires,
entre olor a gasolina.
Como si no hubiéramos sido nosotros
los que trajimos el fuego a nuestra existencia.
Como si tú siguieras dormida
y el frío que siento fuera la realidad,
y no pudiera escapar de él
ni quemando todos los bosques.
Y ahora lo he perdido todo,
despierto,
en una casa sucia,
desordenada,
dispuesto a interpretar mi papel
y volver a decirle a todo el mundo
que ya te he olvidado.
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