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Las vidas alternas

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Las vidas alternas

Etiqueta: Nacho Vegas

La canción del mar

2023-01-11

La canción del mar

De pequeño jugaba sentado ahí donde la sombra duerme,
ahí, en esa parte del bosque donde el cielo no existe,
más allá de los rayos del sol cansados
que se colaban entre las ramas y los celajes.

Recuerdo claramente la hierba virgen,
Invisible, que me acariciaba los tobillos
mientras yo corría buscando flores
verdes, blancas y rojas,
los colores favoritos de mi madre,
quien las replantaba
enseñándome
que el secreto de la vida
se esconde entre la tierra y el agua.

Crecí obsesionado con una pregunta
que vino desde la distancia:
dónde nacen la tierra y el agua.
Y resultó que obtuve respuestas,
no en la ciencia
sino en las canciones
que los árboles susurraban
moviendo sus ramas encantadas.

Me dirigieron a un camino suntuoso,
cubierto de hojas, verdes, rojas, amarillas y moradas,
y una miríada de flores y criaturas
que nadaban en los ríos y manantiales,
aguas cuya melodía tantas veces,
sin éxito, los hombres trataron de aprehender.

Llegué a un claro de bosque
donde mis ojos se volvieron débiles
pues nunca habían sido expuestos a tal claridad.
Primero decidí fijar la vista en el suelo,
donde las mariquitas batían sus alas
y las abejas en enjambre con las flores bailaban.

Descubrí que aquellos insectos
no temían la muerte, el silencio absoluto,
porque era algo que no podían imaginar
ensimismados como estaban en sus tareas.
Yo, sin embargo, alcé la mirada
y sentí mi débil corazón la primera vez que vi el cielo,
el sol, la luna y las estrellas enamoradas,
las nubes y ese azul brillante que imitaban
las alas de los pájaros más audaces.

Algún viajante de aquellos que aparecían de tanto en tanto
me contó el secreto del cielo omnipresente,
que en realidad no existía, que no era más
que el reflejo de los océanos descomunales.

Sin embargo, me subí al más alto de los árboles
y parecía un lugar diminuto
pero el salitre se pegó en mi piel desnuda
y ese olor se convirtió en determinación
de caminar hasta el mar y descubrir
todos los tesoros que, entre algas,
flotaban bajo aquel manto azul
que los días de verano
brillaban como pepitas de oro.

Tomé una determinación y me encaminé hacia aquel lugar,
pregunté a los robles centenarios cuál era el misterio,
cómo podría abandonar las sombras que siempre me habían protegido
para emprender el camino que me llevara al mar.
Me contestaron que era imposible llegar allí a pie
y que yo no tenía alas para poder volar
ni branquias para respirar y luchar contra la corriente
de los ríos pedregosos y cristalinos.

Yo les contesté que podía escuchar la canción del monte,
de los manantiales, los ríos, los árboles y las montañas,
pero ellos me hicieron ver que mis frágiles huesos
serían incapaces de soportar el peso del camino
y los terribles secretos que la noche esconde.

Mi frustración devino tempestad,
aún siendo mediodía las nubes de ébano apenas nos dejaban ver
y la lluvia y el granizo cayeron sobre mí
cortando mi piel cruda, blanca, casi transparente.
El barro no me dejaba caminar apenas ver
los relámpagos y el fuego que me rodeaban.

Los árboles esputaban lágrimas y palabras
que quedaban olvidadas entre la resina que las cubría.
En un intento de protegerse de la destrucción
hicieron crecer sus raíces para así no desprenderse del suelo
y yo, que ya me había convertido en un muñeco de barro,
intenté gritar, pedir ayuda a todos los dioses
que ingenuamente pensé que siempre me habían protegido.

En medio del fin del mundo apareciste tú señor
y, en un esfuerzo supremo, conseguí gritarte:
haz que desaparezca el tiempo y la distancia.
Pasaron cientos de años, o así me lo pareció.


La canción del mar

Aparecí en una playa, tumbado boca abajo,
y me puse de pie, y surcando la arena llameante,
me metí en el agua y, por instinto,
intenté nadar hasta el fin del horizonte.

Hasta que finalmente me encontré flotando mar adentro,
con los oídos hundidos, el sonido de la calma.

Al cerrar los ojos pude escuchar, por primera vez,
venido del norte, el canto de las ballenas
que dominaban el reino marino
desde las aguas congeladas del Ártico.
Y, al mismo tiempo, en el Atlántico
las rocas, majestuosas e invencibles,
soportaban imperturbables el continuo golpear
de corrientes que capaces de alimentar todo un reino,
aquel de los animales que vivían pegados a ellas
escondidos en sus conchas mientras,
entre susurros me decían: escóndete
hazlo antes de que los tiburones huelan tu sangre.

Pero yo, flotaba y flotaba, ajeno a todo,
al miedo, a la soledad y al olvido
a las olas gigantes del índico
que había escondido grandes tesoros en sus entrañas.
Ni siquiera subyacía en mi mente
el sempiterno deseo de fumar,
sólo flotar, dejarme llevar por la corriente,
hasta el pacífico, en cuyas noches
niños de ojos rasgados se atrevían a lanzarse al agua
que, por efecto de las medusas y los corales,
constituían una zona de baile obligatoria
donde todos los peces movían las raspas
buscando un poco de calor y una compañía
que olvidarían pasados un par de segundos.

Nunca olvidaré la canción del mar.
No lo haré, por más años que viva.
Me quedan pocos ya, hace tiempo que,
como despertando de un sueño
un día de primavera, una mañana de sábado.


La canción del mar

El bosque ya no era infinito,
los pocos árboles que quedaban
apenas producían oxígeno
y, mi cuerpo,
hundido por el cansancio y las noches de insomnio,
incansable,
me comunicaban que ya poco quedaba de mí
apenas un soplo de energía
la necesaria para cavar una tumba
entre las raíces del primer árbol que recuperó sus hojas.

Hundí mi cadáver entre la tierra
y sus tiernas raíces me abrazaron,
llevándome a un sueño profundo,
del que algunas veces puedo regresar.
Y escuchar de nuevo la canción del mar.
Y soñar que esta historia vuelve a empezar
porque morir no es otra cosa
que volver a imaginar que estás vivo.



Poesía


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La canción del mar

Poesía, Verso libre Nacho Vegas

Polvo

2023-01-06

Polvo

Me han llamado de Radio Nacional
para decirme que me dejabas,
que si tenía algo que declarar
al público de Las Mañanas.

Yo me limité a balbucear,
de fondo oía carcajadas,
un motivo que no supe explicar
porque de mi mente
nunca te habías marchado.

Colgué el teléfono, miré alrededor;
alguien se había llevado todos los muebles
sólo quedaba el televisor
y sólo tú salías en todos los canales,
más guapa que nunca
y enumerando todos mis defectos
mientras yo me convertía en ceniza.

Dicen que polvo eres y en polvo te convertirás
y, entre polvo y polvo, en eso nos convertimos los dos.

Polvo fueron las promesas que te hice.
Polvo son las disculpas que no llegaron a tiempo.
Polvo mis intentos de volver a la realidad.
Polvo cuando tú me hablabas de amor.


Polvo

Cenizas los sueños que nos destruyeron
y las mañanas de resaca a continuación.
Y no me di cuenta
de toda la ceniza
pegada
en las paredes
de nuestra habitación.

Traté de explicarle como me sentía
a una línea que siempre comunicaba.
Hasta que, después de varios intentos,
conseguí quedar, para arreglar lo nuestro
en el café de tu camarero favorito.
Tú, me dijiste, que nunca me entero de nada
Y te marchaste con él.

Humillado y herido quise esconderme entre la niebla
pero surgió el sol de invierno en lo alto del cielo,
convirtiendo toda aquella humareda en polvo
y dejándome desnudo ante una multitud
muy entregada a las chanzas.

No sé si fui yo o me gustaría haberlo sido
pero conseguí que cayeran los edificios a mi alrededor
más sólidos y elevados que jamás han existido
y me encontré caminando entre escombros.
Tapándome la cara con un pañuelo
para que nadie me viera llorar.

Y, desnudo como estaba,
buscando pelea como un animal
me bastaba cualquier presa
más rápida, más lenta,
más fuerte, más débil,
cualquiera menos ella.

Arañé, mordí y arranqué la piel a cualquier rival a mi alcance
pensando que quizá no fuera rival suficiente para nadie
hasta darme cuenta de que no había nada a mi alrededor,
que todos los daños se habían infligido en mi piel
y que ya nada nunca sería igual.



  • Por si decides volver (I): Te odio, te necesito (versión alterna)
  • Todo a la vez en todas partes (Dan Kwan, Daniel Scheinert, Daniels, 2022)
  • Restos desordenados de una personalidad traumática
  • Diccionario
  • Chris Hemsworth detiene su carrera al descubrir que tiene un riesgo elevado de desarrollar Alzheimer

Poesía


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Poesía Nacho Vegas, RNE

Voces silenciosas

2021-03-21

Voces silenciosas

Hay sonidos extraños en el silencio,
días de llanto e incomprensión,
sentimiento de soledad,
culpabilidad e ira,
recuerdos que por más que lo intente
se niegan a ser escuchados.

El sabor a hiel y metal
es miedo a todo lo que te han robado
y al veneno que,
sin tu permiso,
han inoculado en tu cuerpo y tu mente.

Silencio de que no lo noten,
que nadie se entere,
que no me toquen,
que no me quieran.
El final de la inocencia,
cuando comprendiste que ya nunca podrías ser
la persona que siempre quisiste.

Voces silenciosas

Voces silenciosas

El clamor taciturno,
el sexo sufrido,
no disfrutado,
mórbido, asqueroso.
Y a veces te preguntas:
Por qué no puedes gritar si tanto lo deseas
por qué tanto hay tanto ruido dentro de ti
y, fuera,
sólo silencio e introspección.

Y pasaron los años,
hasta que por fin descubriste
que no sólo tú gritabas,
que se pueden escuchar voces ahí fuera,
que hay seres que te escuchan en tu sigilo,
que no quieren hacerte daño,
sólo ayudarte a levantar todo ese silencio
para que no te aplaste.

Voces silenciosas

  • Por si decides volver (I): Te odio, te necesito (versión alterna)
  • Todo a la vez en todas partes (Dan Kwan, Daniel Scheinert, Daniels, 2022)
  • Restos desordenados de una personalidad traumática
  • Diccionario
  • Chris Hemsworth detiene su carrera al descubrir que tiene un riesgo elevado de desarrollar Alzheimer

Fundación Rana

Entrada en poémame

Poesía

Poesía Fundación Rana, Nacho Vegas

Universos de incomprensión

2019-06-05

Universos de incomprensión

Te voy a escribir una carta para que no la entiendas.
Te voy a confiar mi salvación para condenarme.
Te voy a tratar mal cuando quieras ayudarme.
Te voy a hablar de las cosas de las que no se puede hablar.

Y es que parece que hubiesen pasado cientos de años o un solo segundo,
desde que la suciedad se apoderó de mí y se quedó conmigo para siempre.

Y, lo he pensado, que es mejor no escribir enfadado,
estándolo solo porque querías ayudarme.
Estoy enfadado porque tengo que decirte que no puedes hacerlo,
con tus palabras no
y,
sin embargo,
estoy convencido de que una muestra tuya de cariño bastaría para salvarme.

La culpa es parte de mí, la parte que no entiendes
La que hace que nos separen universos de incomprensión
a la vez que nos dejamos contaminar por ese sentimiento llamado amor
que todavía hemos sido incapaces de abandonar o comprender.

Dicen que la poesía nació para explicar lo inexplicable
y aún así no conseguiría explicártelo
aunque desgastara en ello las llamas de mis dedos,
tiñera las letras de rojo
y llegara hasta el esqueleto.

Y querría decirte que sólo me separo de ti para mantener un cordón sanitario.
A veces por miedo al rechazo, casi siempre porque no sé
si todo lo que me rodea es tóxico por naturaleza
o sólo por haber entrado en contacto conmigo.

Y subo el volumen del televisor para no escuchar tus palabras
para no sentirme culpable de sentirme culpable, de no sentirme bien
y me enfado,
y te embisto como un toro que se resiste a una muerte anunciada.

Y aunque me sienta solo y tenga miedo
aunque sea incapaz de ver la luz al final del túnel
sé que estás ahí para salvarme,
que siempre vas a venir
y que me vas a querer incondicionalmente.

Y eso me confunde,
porque tal falta de fe resulta irritante.
Cómo te irritan mis discursos,
que unas veces son silencio
y otras jeroglíficos.

Esta noche tuve pesadillas terribles
y tenía que asegurarme de que estabais bien,
y ver como dormíais fue como un milagro.

Yo que siempre me creí indiferente a la palidez de la luna
creo que la echaré de menos el día en que mi cerebro se apague.
Cuando todo deje de estar dentro de mí y por fin consiga escapar.

Mientras tanto anhelo sólo aquel día en el campo.
La niña jugando, cubierta de tierra de principio a fin,
tú la vigilabas y me contabas historias con entusiasmo
de cuando eras joven,
aquellos diecinueve a los que volverías sin dudar.
Y yo, tumbado en aquel banco
te escuchaba con atención,
desearía haberte conocido entonces.
El Sol permanecía agazapado entre las ramas de los árboles.

Sólo sé que en aquel momento mi mente no tenía la necesidad de escapar.
Si pudiera elegir, me quedaría ahí para siempre.
Pero no puedo y, cuando todo está dentro de mí,
no puedo escapar,
sólo fugarme contigo.


 

Universos de incomprensión

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Anhelo de imperfección

Frases sin sentido

Baila la tristeza

Entrada en poémame

Luces, Sombras Amor, Incomprensión, Nacho Vegas, Pensamiento críptico, Plagiarismo

Frases sin sentido

2019-03-28

Puedes poner música a un poema, pero no puedes convertir una melodía en palabras. Sólo en un conjunto de notas musicales que no significan nada para casi nadie, al menos no para mí. Y, sin embargo, muchas veces, hay en mi mente una melodía que se repite cuando escribo. Hasta incluso intento adaptar los versos a esa canción. Una canción que puede que exista o no. Depende del día, depende del momento, de si he escuchado a Mingus o a Stars Of The Lid. Entonces la letras deben ser improvisadas, caóticas hasta un punto y ligeras, o bien lentas, pesadas, encerradas en sí mismas.

Cuando un periodista del futuro me pregunte de cuales son mis influencias, le contestaré con muchas influencias musicales y muy pocas literarias; siempre he hecho ver que he leído mucho más de lo que he leído en realidad. Como Nacho Vegas sólo pretendo captar de algún modo actos que son inexplicables, abstractos pero que, sin embargo, son lo más importante en nuestra vida. Casi nunca lo consigo, a veces sí. Pero cada una de mis letras no pretende otra cosa que componer una imagen dentro de una película críptica sin principio ni final. Se trata, en definitiva, de encontrar una serie de frases que tengan un significado por sí mismas en un ambiente de ausencia total de sentido.

Nunca he visto que se le pregunte a alguien por el sentido de una melodía y, por eso, no me parece razonable que nadie me pregunte por el sentido de mis palabras. Incluso en la música, sólo se busca esa influencia en la letra. ¿Ha sido tal o cual ruptura la que te ha llevado a componer esta canción? ¿En quién pensabas cuando escribiste ese poema? Pues quizá sólo en la melancolía. Quizá ella sea la protagonista y el resto un montón de frases sin sentido.

Enlaces sugeridos:

Objetivo / Sueños Polares / Medianoche / Procesiones / Extraña sensación

Crítica Actos Inexplicables

Editorial Charles Mingus, Nacho Vegas, Stars of the Lid

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