Mis viajes al fin de la noche (V): Trastorno Obsesivo Compulsivo
Te olvidas de mí, mientras, yo te recuerdo todo el tiempo
y te has convertido en un nuevo síntoma de mi enfermedad mental.
Y por eso hablo contigo aunque no estés,
por eso revivo situaciones cotidianas ya caducadas,
y te grito,
te escupo todos mis reproches,
y me siento un fantasma,
me bebo escocia entera para sentirme normal
y acabo durmiendo entre vómitos y sangre.
Deberías verme,
soy un naufrago en esta isla,
ya no me corto la barba ni los pelos de la nariz,
mi pelo con su alborozo constante compite con mi tristeza.
Me levanto dolorido porque duermo en el suelo.
Todo me da igual.
Y mi locura es el hilo rojo que me sujeta a la vida,
la realidad ya no tiene nada que ofrecerme.
Apenas existo,
apenas le importo a nadie ya,
la tristeza es melancolía,
la desesperanza mi existencia
y la ilusión la mentira que tú inventaste.
Belleza de la primavera,
no vuelvas a importunarme,
ya no quiero las flores.
Destino cruel,
¿podrías regalarme alguna enfermedad?
Me gustaría morir entre agradables dolores.
Tantas veces vi que te alejabas.
Tantas veces soñé que me dejabas.
Por lo que me importabas
te vi morir tantas veces.
Pensaba que en la siguiente imagen lo haría mejor:
sería más creativo,
reaccionaría más rápido.
Pero nunca fue así
y olvidé los buenos momentos
para convertirme en estatua de sal
que, como los platos que nos regaló tu madre,
no hacía otra cosa que estorbar.
Sé que no te preguntas el porqué de este discurso anárquico,
me conoces demasiado bien.
Y aunque no sirva de nada
sólo quiero decirte una cosa:
elimina tus expectativas sobre mí,
y ya no te decepcionarás.
No volveré a hacerte llorar.
Bien por ti.
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