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Las vidas alternas

Los que no vivieron

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Las vidas alternas

Etiqueta: Klee

Comunicación

2018-05-18

Comunicacion

Espíritu de mi silencio
permaneces impasible
cuando mueren
los sentimientos.

Me pesan las palabras
nunca pronunciadas
en los momentos en
que no pude despedirme.

Son sensaciones,
que un día estuvieron ahí
y, al siguiente, desaparecieron
como la nieve en primavera.

comunicación

Espíritu de mi silencio.
No entienden que mi mirada
desvela aquellas palabras
que nunca quise decir.

La comunicación
consiste en dos personas
ignorando
sus propias contradicciones.

Discursos vacuos,
justificaciones,
si esto es lo que ofrecen
yo me desconecto.

comunicacion

Sombras Degas, Klee, Recuerdos

Palabras sin voz

2018-04-12

Los textos banales. La cotidianidad. Aquellos que sus profesores de literatura en el instituto comentaban con un entusiasmo nada contagioso. La descripción pormenorizada de la mujer amada, los sitios abandonados, los campos de castilla o las narices superlativas. Lecturas que no eran épicas, que estábamos seguros de que nunca nos podrían cambiar, viejos que miraban al mar sin la esperanza de encontrar una isla del tesoro, santos inocentes que nunca visitarían nuevos planetas o amantes rudos como el de Lady Chatterley.

De niño supongo que muchos querían ser como D’Artagnan. Lo cierto es que yo prefería la profunda melancolía de Athos. Soñaba con enamorarme de una mujer como Milady de Winter, y lo hice: de sus encantos y de sus oscuras artimañas. Leí su historia tumbado en la cama, despreciando el sueño, buscando desesperadamente una nueva línea, batiendo mi récord de páginas.

El blanco y negro de La Ley de la Calle me aburría tanto como la voz melosa de Mickey Rourke. En Rebeldes había un rescate, una gran pelea donde se diluían la decepción y las aspiraciones de los protagonistas. Había realismo, sí, pero se disfrazaba de grandilocuencia, como también lo disfrazaba Monseñor Escrivá de Balaguer en El Camino, sean sinceros, no nieguen que estas líneas animarían a cualquiera a entregar su vida a Dios: “Voluntad. —Es una característica muy importante. No desprecies las cosas pequeñas, porque en el continuo ejercicio de negar y negarte en esas cosas —que nunca son futilidades, ni naderías— fortalecerás, virilizarás, con la gracia de Dios, tu voluntad, para ser muy señor de ti mismo, en primer lugar. Y, después, guía, jefe, ¡caudillo!…, que obligues, que empujes, que arrastres, con tu ejemplo y con tu palabra y con tu ciencia y con tu imperio”.

Monseñor habla de despreciar la cotidianidad, los pequeños placeres, buscar la trascendencia, abrazar la fantasía con la misma determinación con la que lo hacíamos cuando éramos niños. Siempre hemos despreciado el realismo, con la misma intensidad con la que odiamos nuestras limitaciones, porque creemos que la vida no debería ser una repetición en plano fijo. Los enamorados deben serlo hasta la muerte, como en Romeo y Julieta, como Athos y Milady teñidos en la tragedia.

Insistimos en que el amor es la fuerza irrefrenable que mueve el mundo, pero no se engañen, eso no nos convence, porque muchas veces nuestras decisiones dicen lo contrario, y dejarse llevar por una pasión incontrolada suele ser una buena excusa para arruinarnos la vida. En el cine americano siempre pasan cosas, en los funerales siempre hay alguien que da un discurso exhortando a los asistentes a derramar ríos de lágrimas o alguien que les recuerda que siguen vivos y que han de vivir la vida con gran intensidad, como contagiados por un hechizo de locura, otra fuerza irrefrenable que les lleva a adquirir incluso responsabilidades penales.

Por eso solemos despreciar a los realistas. No nos sumergimos en las páginas de un libro ni entramos en una sala de cine para ver lo mismo que vemos todos los días. Un funeral en que pocos lloran en silencio y muchos conversan acerca de cosas cotidianas, en el que vuelven a casa pensando en la jornada laboral del día siguiente, en los sueños que el difunto ya no podría realizar o en mejorar su dieta porque él era muy joven para que le diera un infarto. Permítanme decirlo de manera clara: No mola en absoluto.

Sin embargo, acabamos llegando un punto en que nos damos cuenta de las cosas a las que damos verdadero valor. Y aunque a veces se salgan de la rutina otras están perfectamente insertadas en ella.

Cuando visitamos a tu abuela en el hospital, aquel sitio no era gran cosa, una habitación sin ventanas y mínima luz artificial. Le había dado una embolia, no estaba para darnos discursos acerca de lo fugaz que es la vida, ni para revelarnos ningún terrible secreto. Sólo se expresaba con la mirada, pude ver en sus ojos incomprensión y el miedo al final trágico para el que nunca estamos preparados. Y tú no le soltaste ningún discurso, ni le dijiste cuanto le querías, sólo le acariciaste con suavidad, le sonreíste y le arropaste. No te tumbaste junto a ella, no derramaste toda tu sal en su almohada. Sólo le hablabas con una dulzura que no necesitaba ser acompañada de ninguna música que la resaltara.

Y cuando le temblaba el labio te diste la vuelta o con tus ojos húmedos y una voz menos decidida me preguntaste: “No se morirá ahora, ¿no?” y yo sentí la fragilidad de siglos y siglos de literatura.

Y supe que nunca más me querría separar de ti.

Después volvimos al coche. En el camino hablamos de cosas triviales. Preparamos la cena y vimos algo en la televisión para despejarnos un poco. Nunca hablamos de ese momento, no es una anécdota que nos venga a la cabeza para compartir con las visitas. Y no es que sea desagradable, no es que no sea especial o trascendente. Es simplemente que, a pesar de su importancia, nunca hemos creído que sea una historia que vaya a enganchar a nuestro público.

Clown Paul Klee

Luces Escrivá de Balaguer, Klee, Los tres mosqueteros, Mickey Rourke, Recuerdos

Opuesto

2018-03-12

Opuesto. Soy yo, el destructor de mundos. Las ideas sin hogar y las batallas perdidas. Las ilusiones sin fin, truncadas; todo aquello que parece poder tocar la realidad. Lo que planificamos con tanto esmero. La imagen convertida en el monstruo que tanto odiamos: La derrota, la vergüenza, el fracaso. La violencia de la mente indecisa y la necesidad del olvido.

Lo que en realidad no importa, lo que es pasado, lo que ya no nos puede hacer daño aunque creamos lo contrario, la viceversa, los caminos que cruzamos, los que nunca creímos que existieran.

Los que se chocan al cruzar con la realidad y los que nos hacen sonreír.

La sonrisa que no se borra y la que desaparece de manera inesperada.

Ese discurso que vemos tan claro y no nos convence. La ley de la posibilidad y la potencialidad. El precio que no estamos dispuestos a pagar por lo que quizá sea posible. Lo que deseamos y lo que debemos hacer. Las contraposiciones y valores binarios. Las mentes complejas y las decisiones que son de todo menos fáciles.

Y te repites: primero lo pienso y después sucede. Y lo piensas y no sucede, ni sucederá. Y te desesperas.

No quieres darte cuenta de que lo que no sucede a veces es comedia y otras tragedia, como la vida misma.

Por más que lo anheles el final nunca llega. Nunca podrás decir hasta aquí, no podrás descansar.

No es tu momento para olvidar, ni para descansar, ni para rendirte. No es el momento de revolcarte en la desesperanza. Ya no importa la esperanza. Éste es el momento de hacer.

Lo que sea, da igual, sólo sigue adelante. Por favor.

Y ahí, encerrado con tus ideas puede que pienses que estás solo. Te empeñas, convencido de que esa melancolía es lo único que te queda. Pero yo estoy ahí, cada día a la misma hora, esperando a que salgas.

Opuesto de mirada triste, nunca seremos realidad.

Pero sé que más pronto que tarde saldrás y te pintaré en un retrato sobre todos esos colores tan intensos que duelen porque brillan.

Me llevarás contigo donde quieras y será mi lugar preferido.

Vestirás de negro y no sólo te acompañará tu laconismo y tu expresión impertérrita.

Podremos discutir sobre todas las cosas y me prometerás que nunca llegaremos a un acuerdo.

Cenaremos, alcanzaremos con el alcohol el grado exacto de calidez.

Pasearemos por las calles desiertas, como si fuera el último día en la tierra y no encontráramos ni rastro del tan temido juicio.

Seremos iguales en nuestra desnudez.

Disfrutaremos juntos, desposeídos del ahínco en la búsqueda de la felicidad.

opuesto

Luces, Sombras Destructor de mundos, Klee

Ernesto Bánegas

2018-02-26

Eutanasia Ernesto Bánegas

Me llamo Ernesto, Ernesto Bánegas, sin segundo apellido, nadie se molestó en ponérmelo. Nunca estuvieron claros mis orígenes, nací en un momento indefinido, entre los caminos que crean las ruinas y las luces que proyectan sombras.
 
 
Camino hacia ninguna parte, así me aseguro de que mi presencia tienda al infinito.

 

Vivo en la duermevela, entre imágenes que no son reales. Recuerdo a aquella persona que era feliz contigo, pero ya no la reconozco. Viví intensamente nuestros planes de futuro, ilusiones de realidad y me vuelvo a despertar entre pesadillas, ¿o acaso es sólo un mal sueño? ¿Despertaré y tú estarás aquí? No, no estás.

 

Las pesadillas empiezan desde el amanecer y me paso el día enganchado al narcótico sabor de la eutanasia.

 

Me encanta autodestruirme, pero no tiene tanta gracia cuando aquí no hay testigos. Pienso en salir a la calle, empezar una nueva vida, pero mi aliento es de metal; ¡se vive tan bien en soledad con cinco comidas, varias botellas y once pastillas al día!

 

Y suena una música contagiosa y despierto para bailar dormido. Ya no sé dónde estoy, no reconozco el lugar, sólo la nicotina pegada a las pareces. Y pienso que vivo mejor enganchado al dolor, con el recuerdo de un fracaso del que siempre será culpa tuya, no mía.

 

Siéntete culpable, no disfrutes, no tienes derecho mientras yo me hundo y estoy sufriendo, estoy sufriendo, no tienes derecho.

 

Y te escribo una hagiografía satánica. Mi baile ya es torpe, desesperado. Hace siglos que no sonrío y las lágrimas no calientan mi rostro. Me siento en un rincón fumando un eterno cigarrillo y caigo en la cuenta de que te has convertido en parte del mundo exterior. Tal vez, si salgo a la calle te vea disfrutar con ellos y la única verdad será clara para mí: No nací en la posibilidad de redención y ahora me encuentro solo, vacío de ilusiones y de futuro, mi pesadilla es tener que enfrentarme constantemente a la realidad y estoy asustado, y sé que tú no te molestarás en venir a salvarme.

Ernesto

Klee – Angelus Novus

Las luces alternas


Cuadernos de viaje lunar Angelus Novus, Carácter Destructivo, Ernesto Bánegas, Klee, Walter Benjamin

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