Alternativas liberadas (Cirujano patafísico, fragmento libre)
Aquella noche Nilo soñó con dimensiones desconocidas en las que no había grasa en sus entrañas y no sonaba ninguna alarma en Laura si él decidía escribirle una carta de amor. Allí donde ella nació de nuevo en otro lugar, en sus brazos, el lugar que siempre le había correspondido.
Laura no había nacido en España, le gustaba mucho el país, tampoco había nacido en Colombia, México o Ecuador. Había nacido en Venezuela, donde le correspondía porque dicen que son de ahí las mujeres más bellas del mundo y ella venía a confirmarlo. Oscureció un poco su piel y ensanchó su sonrisa aunque sólo hablaba con él. Porque Nilo consiguió por fin encerrarla en una botella de cristal, y ella sólo necesitaba su amor para sentirse libre.
Siempre había sido exigente,
risueña y un poco alocada,
directa y preguntona,
encantadoramente caprichosa,
cariñosa, sensual, inteligente.
Aquel pequeño frasco de cristal tenía la virtud de condesar la perfección. Y ahora Nilo tenía claro que, probablemente, no era digno de ser su amigo. Y sin embargo en aquella dimensión desconocida eran amantes.
Mundos de placeres inimitables,
desayunos, comidas, cenas,
todos únicos, especiales, divertidos.
Si aquello era un sueño mejor no despertar,
mejor hacer locuras juntos,
plantearse todas las preguntas sin respuesta,
mejor desnudos mientras lo hacían.
Y en el sueño no pasaba el tiempo,
pensó que era el tipo de chica
al lado de la que te dormías,
al lado de la te despertabas entre sus labios.
Nilo se levantó aquella mañana pensando que se había abierto en su vida una nueva posibilidad: la de que el sueño no terminara nunca.