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Las vidas alternas

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Las vidas alternas

Etiqueta: Felicidad

Una medida de alegría siempre transitoria

2019-10-16

 


Una medida de alegría siempre transitoria

 


Quizá la espera no haya merecido la pena
pero, créeme: no me importa decepcionarte.
Tuve que partir, viajar alrededor
y darme cuenta de que nada importaba,
sólo tu presencia y mi esclavitud.
Aquella que daba un sentido a mi existencia.

Y tantas veces he vomitado bilis contra ti,
tantas noches desnudo en mi habitación.
Sin dejar de sudar, meditando
acerca del oscuro sentido del deseo
que raramente se confunde con felicidad.

Tu existencia era la promesa de tantas cosas
que, al final, se tuvo que imponer el dolor.
Las cuerdas que ataban mis manos
dejaron de sentir el deseo de tocarte.
La nada, habilidosa, imperó en mi mente
y, ahora mismo, suenan en mi cabeza
sirenas anunciando el ataque nuclear
de una superpotencia extranjera.

Me han prometido que destruirán
todos los lugares en los que solía esperarte.
Horas y horas, tiempo perdido
entre breves mensajes que me proporcionaban
una medida de alegría siempre transitoria.
Porque nunca conseguí sentirme
saciado con tus mentiras y tus promesas
indefectiblemente siempre incumplidas.

Y ahora escribo las palabras
que vienen a darme muerte,
y me pregunto si esta vez también
tu objetivo será otra vez el mismo,
el que me ha torturado en los últimos tres años.
Tener tan cerca tu presencia y nunca tenerte.
Mentirme, descifrando tus jeroglíficos
con el único objetivo de obtener
la respuesta equivocada,
aquella en la que al final te encontrabas tú.
Y dejabas de ser un fantasma
para convertirte en la diosa
de todos mis silencios.


Una medida de alegría siempre transitoria

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2019-07-11

Banda sonora de un nuevo universo

Contigo empezó la vida y conmigo desaparecerá.
Entre medias, sólo siento el hambre y el despertar
de literaturas muertas que nunca deberían haber resucitado.

Quemaré todos los libros que no me dé tiempo a leer,
así no tendré la necesidad de inventármelos
y arderán en un fuego tan intenso
que podrá ser contemplado desde el espacio.

Si lo sigues podrás encontrarme sentado, esperándote.
Así será en todas y cada una de mis reencarnaciones.
Lo sentiré cada vez que te acerques
y ya no necesitaré mis gafas para ver tu sonrisa.

Y el cielo desaparecerá entre las nubes.
No me importará, no te preocupes:
No necesitaré primaveras si estás a mi lado.

Y, si no apareces,
me extinguiré entre las llamas.
Convirtiéndolas en un huracán
que volará hasta la luna
convirtiéndola en una estrella,
otra más,
que se consumirá eternamente
entre las llamas de tu ausencia.

El fuego recorrerá la tierra hasta encontrarte
Y, entonces, sólo entonces, desharé lo hecho
y me daré siete días para construir un mundo perfecto
donde me cantes cada día las canciones
que hicieron que me enamorase de ti.

Las mismas que soñaron aquella Nochevieja,
la primera que pasamos junta,
y permitieron que nos comunicáramos
desde lugares tan distantes.

Sí, soy fuego, esa es mi naturaleza
y, si tu eres agua, seremos cenizas y barro,
polvo de estrellas, arenas movedizas
que engullirán esta realidad tan horriblemente decorada
y, con ella, la envidia y la tristeza,
el dinero y el odio.

Me hundiré en tu océano.
En un mundo que siempre estará húmedo.
Donde nuestros gemidos serán
La banda sonora de un nuevo universo
donde el sonido viajará a la velocidad de la luz.

Y, las noches, no serán más que castillos
que defenderán tus sonrisas perdidas,
iluminadas por el arder eterno
que sólo nosotros seremos capaces de contemplar.


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Tiempos convulsos

2019-06-29

Tiempos convulsos


Escribir ha dejado de ser un arma para convertirse en un medio
a través del cual admitir la derrota o salir victorioso
de una batalla que empezó hace ya demasiado tiempo.

Lugares que abandoné, gente que conocí, tiempos convulsos,
ese círculo vicioso del que nunca escapamos
sumidos en un aburrimiento mortal
que hace que todo deje de importarnos.
Porque descubrimos que, al final, la vida sólo era esto:
Un conjunto de productos químicos que consumir y conjugar
hasta llegar al punto que llamamos equilibrio.

Un vaivén entre la felicidad y el dolor,
te enganchas a uno de los dos sólo porque tienes miedo al otro.
Y los años perdidos, las ocasiones desperdiciadas
te llevan a pensar que sólo has perdido el tiempo
que, si pudieras volver atrás lo harías de otra manera,
evitándote así tantas humillaciones y decepciones
que en realidad ya no importan pero siguen ahí
porque el tiempo es caprichoso
y pasa tan rápido que parece que hubieran sucedido ayer.

Sientes entonces que los demás han sabido vivir mejor que tú.
No sé si porque de verdad tienen las respuestas
o porque se han repetido tantas veces las que les han dado
que han terminado por creérselas.

Y me siento como un espía al que han destinado a un lugar extraño,
un actor que interpreta su papel, preparándolo de un modo
que los demás nunca lleguen a conocer sus verdaderos sentimientos.

Y, si la vida es sólo eso, adaptarse por inercia,
yo te juro que cogeré todos mis libros y me largaré muy lejos.
Me meteré en una cueva y escribiré mis versos hasta que no quede pared
o aparezca la muerte en el preciso instante,
en mitad de aquel verso que iba a ser, por fin, revelador.

Y me marcharé con ella sin resistirme, agradecido,
por haberme evitado una nueva mentira,
una nueva decepción.

Y tú pareces ida, y en tu silencio yo te grito que te quiero,
tanto o más que a mí mismo por más que te moleste.
Y dirás que eso que es fácil porque yo no me quiero demasiado.
Y no te quitaré la razón pero este es el lugar al que pertenezco
y no pienso abandonarlo aunque a veces me agoten
las ganas de que sea él el que me abandone a mí.

Y vuelvo a buscarme en mundos paralelos,
donde el placer y el dolor se pierden entre la niebla.
Y me fascinas con una sonrisa que provoca una guerra en mi interior.
Me deprime y me da una razón para levantarme cada mañana:
hacer equilibrismos en el vacío hasta encontrar las palabras exactas
que hagan que te quedes porque aquí puedes reírte de verdad. Como antes
cuando hasta en el humo encontrábamos una razón para ser felices juntos.

Y ahora que sentimos la necesidad de escapar
buscamos dobles sentidos en cada frase que decimos.
Buscamos un guiño, o una esperanza o sólo una puta fantasía
que nos sirva para dormir y levantarnos con la sensación de haber descansado.

Que no te has pasado la noche en vela intentando descubrir una nueva mentira.
Que podemos aguantarnos la mirada y conocer y aceptar todos nuestros secretos.
Que se abra el telón y ya nunca más sea capaz de esconderme.


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Noche sin sueño de luna creciente

2019-06-12

Noche sin sueño de luna creciente


La sensación de no merecer me persigue
en esta noche sin sueño de luna creciente
en la que todos a la vez os aparecéis
en todos los rincones
para convencerme
de que sí hay una luz
al final del túnel.

Y yo, ni me lo creo,
ni me lo dejo de creer.
Prometo luchar a veces
y otras suelto una diatriba
sobre las ventajas de quedarme aquí,
quieto,
en concordancia con la línea
de la compasión y la destrucción.



Y eso es lo que estoy haciendo aquí,
en esta habitación de hotel.
Rodeado de pastillas,
Valorando la necesidad de llegar al fin de la noche
y cuestionándome la posibilidad
de quitarme de encima toda esta suciedad
que tanto contrasta con pulcritud y la impersonalidad
de estos muebles que me rodean.

Me gustaría gritar,
romper en mil pedazos los espejos,
todos los cristales de esta habitación,
sólo para evitar ese reflejo
donde me miro y veo algo muy distinto
a la persona que siempre me hubiera gustado ser.

Y sopeso la posibilidad de no salir nunca de aquí,
de no volver a ver de nuevo un amanecer.
Y fumo un cigarrillo tras otro
pensando en lo cerca y lo lejos que estáis
y lo poco que os dejo verme realmente.



Y pienso no merecer saber
que me recibiríais con los brazos abiertos,
porque por más que lo intente
no consigo explicároslo
nunca entenderéis que no soy más que la sombra de una mentira,
que hay pecados que llevo tatuados en tinta invisible,
pegados a mi piel,
ocultos para vosotros
que no tenéis presente el dolor
que sufrí al profanar mi piel con aquellas agujas,
ni que ahora me paraliza la vergüenza de mi desnudez
y el alcance del daño provocado.

Dónde estoy,
muy lejos de mí,
dentro del espejo,
como Alicia en el país de los desquiciados,
junto a ese conejo
que me susurra al oído
que si pude seguir el camino para llegar aquí
debería poder recordar también el de vuelta.

Quizá tomándome todas estas pastillas de golpe
lo pueda encontrar.



Pero algo ocurre o ya ocurría,
de repente, el humo del tabaco,
que cubre ya toda esta habitación
se va tiñendo con los rayos de sol
que entran entre las rendijas de las persianas.

Y, por fin, abro todas las ventanas,
dejo que salga todo el veneno
y decido, otra vez, intentarlo un nuevo día.

Y, desde el último piso de este gran hotel,
Imagino que puedo volar
y vosotras hacerlo conmigo.
Volar hacia delante, hacia un futuro
que, aunque sea incierto,
sigue siendo futuro al fin y al cabo.


 

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2019-06-09

Cicatrices

He pintado las farolas con los claroscuros del final del verano
y, enfrentado a ese cruce de caminos me detengo,
sin saber muy bien qué dirección he de tomar.

Son infinitos los recovecos en el corazón del miedo,
igual que las cicatrices que provocan sin remedio
en ese abismo profundo en el que habitan nuestros recuerdos.

El cerebro se llena de sangre y bilis,
me duele la cabeza
intentando recordar o recordando demasiado,
hasta que salgo de mí mismo
para tumbarme sobre la hierba,
alargar el brazo e imaginar
que puedo tocar las hojas de los árboles.

Observar como crecen las flores que algún día alguien arrancará
mientras todos aquellos niños, ajenos a la tragecia, juegan en los columpios
y yo sueño con convertirme en su guardián, el guardián del parque.
La persona que, cuando uno de ellos se caiga o se dé un golpe.
está ahí para recogerlos del suelo y recordarles que las heridas se curan.

Tú trajiste contigo ya tus propias cicatrices
Y yo, siendo tu guardián,
sé por experiencia que siempre estarán ahí.

Y tengo que protegerte sin confesarte
que no sé cómo hacerlo,
porque ya estaba perdido mucho antes de que llegaras.

Y me dicen que, para poder cuidarte,
debo aprender a cuidar de mí.
Y, es difícil, porque hasta ahora
nunca me vi en la necesidad de hacerlo,
porque me he perdido en ese bosque encantado
en el que no hay hadas ni duendes
sólo un rencor y una autocompasión
basadas en el falso sentido inmutable de las cosas.

Y, ahora, vuelvo a recordar de nuevo la luz del final del verano
los días largos, las noches eternas y las fiestas de los pueblos.
Esa época que esperas que no termine nunca
al tiempo que sabes que lo va a hacer,
concediéndote la oportunidad de empezar otro año
que dedicar a cicatrizar todas las heridas todavía abiertas.


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