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Las vidas alternas

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Las vidas alternas

Etiqueta: Destructor de mundos

Destructor de mundos

“En el reino de la nada, la vanidad y la estética se convirtieron en únicas virtudes.

“Daba igual lo superficial que fuera porque ahora era feliz, y siguió siéndolo cuando Cristina desapareció y su mente se perdió al fin. Mirando a la virgen sin tener idea de la manera de protegerla de lo que inevitablemente iba a suceder.

“Volvió la mirada a una ciudad, pronto ardería en llamas, como todas las demás. Las luces se movían sin sentido aparente; no eran otra cosa que señales que los extraterrestres camuflados enviaban a los que esperaban en el espacio para iniciar la invasión.

“La semana anterior había muerto el Papa Francisco, primera señal y primera víctima del bando de las ratas”.

Destructor de mundos

“Somos varias personas unidas en dos, quizá en tres o cuatro, y no siempre cogemos lo mejor de cada uno. Somos palabras sobre fondo blanco, cenas y ritos cotidianos, de incierto futuro, trastornados, ilusiones nunca vanas, destructores de mundos, justicia imaginada, ansiedad descontrolada, música pegadiza, tardes de nada, habitaciones llenas, tacto en un sofá, risas desenlatadas, no desencantadas, cadáveres valientes o actos cobardes, resiliencia o fin del mundo, tormenta o calma, magdalenas con pepitas de chocolate o agua de mar embotellada, confusión o claridad”

Holocausto nuclear

2019-10-19

Holocausto nuclear



Éste es el fin del mundo. Suenan las sirenas anunciando un inminente ataque nuclear. Paseáis por los supermercados y los centros comerciales preguntándoos si merece la pena pasar por caja. Intentáis llamar a vuestros familiares para darles el último adiós, pero no podéis: todas las líneas están colapsadas. Y es ahora, cuando va a suceder lo inevitable, el momento en que os arrepentís de haber votado a aquel loco que tomó la decisión de entrar en guerra con una superpotencia extranjera sólo porque eso le garantizaba un alto índice de popularidad en las redes sociales.

Vosotros, como siempre, aplaudiendo a cualquiera que diga que va a tener mano dura, contra esos estados que llamáis terroristas; o contra los inmigrantes, la gente blanca sin trabajo que cobra alguna ayuda social o, simplemente, contra aquellos que no piensan como vosotros. Necesitabais un enemigo, hasta el final. Ahora mismo.

Y yo desapareceré sin guardaros apenas rencor. Porque vosotros sólo erais una panda de gilipollas. Las clases desfavorecidas que vivíais de la ilusión de ser de clase media. Aunque no tuvierais inteligencia ni un mínimo de cultura. No como nosotros, la verdadera clase media, liberal y comprometida. Aquellos que en nuestra adolescencia escribíamos loas a la muerte, al final de todas las cosas. Los que pasábamos el tiempo convencidos de que daba igual votar o no votar; asistir a manifestaciones o integrarnos en un movimiento social no merecía la pena. Porque el mundo se ha convertido en un lugar hostil e ignorante; un recorrido que hace tiempo ya dejó de merecer la pena. Sólo por vuestra culpa, atajo de imbéciles dispuestos a rendir culto al profeta que anunciaba las verdades que queríais oír. Porque al final sólo se trataba de eso, de vivir de la ilusión de que teníais razón. En todas aquellas diatribas que soltabais en la barra del bar, convencidos de que teníais soluciones fáciles para los problemas complejos.

Convertisteis el orden en desorden. Vuestra imagen de Dios sólo estaba en vuestra cabeza y nunca os parasteis a penar que quizá si esa aberración existirá, tal vez nos hubiera creado con el único fin de divertirse contemplando nuestra autodestrucción. Ya que aquello tuvo que acelerar con un meteorito, aburrido ya de dinosaurios que no hacían más que comerse sus excrementos o los unos a los otros. Fue sólo un experimento inútil. No necesitaba criaturas majestuosas que dominaran la tierra, sino una especie de diminutos seres frágiles que, creyéndose inteligentes, iniciaran la aniquilación de todas las especies que existen en nuestro planeta hasta acabar consigo mismos.

No sé qué criaturas vendrán a sustituirnos. Quizá una especie de cucarachas superdotadas, capaces también de ponerse un cinturón de explosivos en la cintura para suicidarse llevándose consigo las más posibles de su propia especie. Serán un poco más resistentes, pero en todo lo demás como nosotros. Esconderán sus excrementos, detestarán el olor de sus semejantes y sentirán una terrible indefensión cuando se encuentren desnudos frente a otros.

Interpretarán esa fragilidad como el inicio de algo llamado amor. Algo destinado a salvarles a todos. Y sufrirán cuando el amor termine, y volverán a ilusionarse otra vez. Habrá momentos incluso en los que se crean los amos del firmamento, investidos del derecho a cumplir sus sueños. A sentirse únicos en un océano en el que algunas gotas estarán más sucias que otras, pero gotas al fin y al cabo. Solamente capaces de ponerse de acuerdo para producir una ola gigante que arrase con todo. Unas pocas harán fuerza y las demás se dejarán llevar por la corriente.

¿Y después? ¿Seguirá habiendo vida en este planeta? ¿Volverán algún día a crecer las flores? ¿A quién demonios le importa eso ya?


Holocausto nuclear


Menos a mí que a nadie. Que me encuentro ya casi al final de mi historia. De nuevo atrapado en aquella habitación naranja. Sin posibilidad de, al menos contemplar el apocalipsis, porque aquí no hay puertas ni ventanas. Siempre aparezco aquí y en algún momento una puerta aparece en algún lugar de la habitación. Siempre cuando mi grado de desesperación alcanza el límite. Pero esta vez no va a ser así, no sólo porque esta vez no soy yo quien va a salir sino ellos los que entrarán en algún momento, sino porque la sirena no deja de sonar en mi cabeza. Recordándome que el fin ya ha llegado y la única opción que me queda en este momento es la de luchar.

No hay muebles en esta habitación. Nada que pueda usar para defenderme, así que cuando uno de ellos, aquellos hombres enfundados en trajes negros estilo película del Quentin Tarantino que todavía conservaba algún talento, los mismos que llevaban días siguiéndome y acabaron encerrándome aquí, cuando el primero de ellos entre por el lugar que sea que aparezca una salida esta vez, saltaré sobre su cara, apretaré sus ojos hacia el interior con todas las fuerzas de que sea capaz, hasta que sus gritos se superpongan a esta sirena que ya me está provocando un agudo dolor de cabeza y mis manos se llenen de sangre.

Pero tardan mucho. Quizá esté ahora en un búnker bajo tierra y la historia que intento contaros no tenga ninguna relevancia. Porque estáis todos muertos, incluso ellos. Y a mí sólo me quedan días de angustia y dolor, hasta morir de hambre mientras mi mente se sigue paseando por los lugares más insospechados.

Intento recordar mis vídeos de música favoritos de los años ochenta. Recuerdo sobre todo a Status Quo, in the army now. Es curioso recuerdo la sensación derrotista pero el vídeo en sí. El caso es que no lo he vuelto a ver desde que era niño. Recuerdo también take on me. Me mimetizo con ese vídeo y empiezo a recordarlo todo dibujado en blanco y negro. Entro en aquel espacio irreal en el que sólo consigo sumergirme bajo el efecto del flunitrazepam. Y soy un niño, dibujando todo lo que recuerdo de aquella época. Porque nosotros nacimos en una generación que, quizá por primera vez, no estaba destinada a alcanzar grandes metas, sino solamente para observar desde la ingravidez un mundo que se destruye a sí mismo.

Lo primero que dibujé fueron los bombarderos, planeando entre las nubes. El sol sonreía hasta que se percató de su presencia. Tenía cuatro años y por eso no pude pintar nada mejor que una cara triste. ¿Recordáis aquellas imágenes? Seguro que las habéis visto mil veces en infinidad de películas. El avión avanza, rompiendo el viento y, al principio, la ciudad se ve muy pequeña, apareciendo poco a poco mientras las nubes se van disipando. Se va haciendo cada vez más grande. Llega un momento en que los monstruos mecánicos se sitúan en el centro de la ciudad y empiezan a soltar su carga letal. Entonces se dibuja una seta gigante y la onda expansiva va destruyendo todo a su alrededor.

Ése fue el fantasma nos aterraba en nuestra niñez y que escondía otro mucho mayor: la crisis. Porque su onda expansiva destruyó las fábricas, condenó a la juventud de nuestros barrios a la precariedad y a la drogadicción. La misma onda expansiva que fue acabando con los dibujos de nuestra niñez. Acabó con las fábricas, algunas de las cuales ya estaban en ruinas; con aquel dibujo de un grupo de obreros unidos contra el patrón. Se borraron las palabras comunidad y solidaridad y fueron sustituidas por el miedo y la rabia contra todo el que es diferente. Y en aquel dibujo todas esas siglas de sindicatos y partidos políticos que la clase obrera pensaba que le defendían fueron perdiendo sentido.

Y entonces yo caminaba en círculos, como muchos otros, pero no eran círculos concéntricos sino una espiral; de estudios que no nos habían servido para nada; de imágenes en los medios de comunicación conservadores, donde los inmigrantes de aspecto islámico caminan con machetes por la calle; de alcohol y heroína; de oficinas llenas de cubículos individuales donde estaba prohibido que los trabajadores hablaran unos con otros; de talleres textiles en el fin del mundo donde aquellas chicas, apenas adolescentes, trabajaban en condiciones de esclavitud; de políticos hablando de flexibilizar el mercado laboral; de esa nueva juventud amenazante que se organiza en bandas en el parque, que cualquier noche uno de ellos puede acercarse a ti y violarte o clavarte varias veces el cuchillo que esconde bajo la chaqueta; de los atentados, los coches llenos de polvo, la personas que buscan sus miembros amputados entre una niebla de polvo; de fascistas levantando el brazo mientras una panda de viejos cada vez más ricos se regocijan; de un mundo en que las reglas ya no tienen sentido porque las cambian a su antojo y únicamente puedes limitarte a la no tan difícil tarea de seguir la corriente y tratar de sobrevivir.

Y ahora dejad que deje de dirigirme a vosotros y me dirija sólo a ella. Porque sobrevivir es eso trataba de hacer yo cuando te encontré. Encontrar un sentido más allá de la supervivencia, algo más allá del dolor que me acompañaba siempre. El mismo que me acompañó desde niño. A pesar de haber nacido en una familia de clase media y haberlo tenido más fácil. De haber encontrado un trabajo muy bien remunerado y vivir en una de esas zonas ricas de la ciudad donde puedes pasear tranquilamente entre gente de tu propia raza.

No podía creer en nada y decidí creer en ti. Había pasado muchos años sometiéndome a rituales de autodestrucción y anomía que me llevaron a encontrarte. A ti, la asombrosa Nina Gold, aunque sepa que ese no es tu verdadero nombre. Decidí ser tu esclavo, entregarte todo lo que tenía y vivir según tus reglas. A cambio prometiste dotar de un sentido a mi existencia. Uno basado simplemente en la satisfacción de tus caprichos y deseos.

Por ti estoy atrapado en esta habitación. Por la necesidad de encontrarte, sentirte, tocarte y salvarte, aunque tú no creas merecer aquella salvación. Yo te la conseguiré, sean cuales sean las consecuencias.

Y ahora caigo en la cuenta de que las sirenas hace un rato que ya han cesado, que puede que no estemos en los albores del fin del mundo sino en el inicio de un nuevo comienzo. Migas de cal empiezan a caer sobre mi rostro. Ahora sé que entrarán por el techo y también sé que no estoy muerto.

Sé que a pesar de ser apenas capaces de mantenernos en pie, todavía nos quedan fuerzas para luchar por aquello en lo que creemos.


Holocausto nuclear


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Banda sonora de un nuevo universo

2019-07-11

Banda sonora de un nuevo universo

Contigo empezó la vida y conmigo desaparecerá.
Entre medias, sólo siento el hambre y el despertar
de literaturas muertas que nunca deberían haber resucitado.

Quemaré todos los libros que no me dé tiempo a leer,
así no tendré la necesidad de inventármelos
y arderán en un fuego tan intenso
que podrá ser contemplado desde el espacio.

Si lo sigues podrás encontrarme sentado, esperándote.
Así será en todas y cada una de mis reencarnaciones.
Lo sentiré cada vez que te acerques
y ya no necesitaré mis gafas para ver tu sonrisa.

Y el cielo desaparecerá entre las nubes.
No me importará, no te preocupes:
No necesitaré primaveras si estás a mi lado.

Y, si no apareces,
me extinguiré entre las llamas.
Convirtiéndolas en un huracán
que volará hasta la luna
convirtiéndola en una estrella,
otra más,
que se consumirá eternamente
entre las llamas de tu ausencia.

El fuego recorrerá la tierra hasta encontrarte
Y, entonces, sólo entonces, desharé lo hecho
y me daré siete días para construir un mundo perfecto
donde me cantes cada día las canciones
que hicieron que me enamorase de ti.

Las mismas que soñaron aquella Nochevieja,
la primera que pasamos junta,
y permitieron que nos comunicáramos
desde lugares tan distantes.

Sí, soy fuego, esa es mi naturaleza
y, si tu eres agua, seremos cenizas y barro,
polvo de estrellas, arenas movedizas
que engullirán esta realidad tan horriblemente decorada
y, con ella, la envidia y la tristeza,
el dinero y el odio.

Me hundiré en tu océano.
En un mundo que siempre estará húmedo.
Donde nuestros gemidos serán
La banda sonora de un nuevo universo
donde el sonido viajará a la velocidad de la luz.

Y, las noches, no serán más que castillos
que defenderán tus sonrisas perdidas,
iluminadas por el arder eterno
que sólo nosotros seremos capaces de contemplar.


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Fiebre

2019-03-10

Fiebre

Soñé que tenías fiebre
y, entre sudor y temblores,
nos abrazábamos
mientras me repetías
que no te dejara ir.

Soñé que te atrapaba entre mis brazos.
Soñé que desaparecías para siempre.
Soñé como un insecto,
observando la escena pegado a la pared.
Desde arriba te mataba.

Me he levantado con fiebre esta mañana.
He desayunado un poco y me he vuelto a dormir.
La energía fluía
y escapaba lentamente de mi cuerpo.
Soñé que toda aquella energía podía destruir todo el universo.

Y, desde algún lugar,
una presencia extraterrestre me observaba.
Convencida de que mi mal no tenía cura,
arrancaba su nave a máxima velocidad
para destruir nuestro planeta.
El que soñamos tú y yo,
desgastando el sexo, sudor y nuestras lágrimas.
Alimentándonos sólo de la fiebre,
del deseo de ir más allá.

Ahora me encuentro en el purgatorio
y la escena se repite constantemente.
Llegan y lo destruyen todo.
Yo tengo fiebre y tú también.
Nos abrazamos y tú desapareces.

Porque esta noche he aprendido
que sólo puedo detener esta locura
abrazando fuerte tu cuello,
esperando que llegue el momento
en el que, por fin,
dejes de respirar.
Ésa es mi última posibilidad
de proteger nuestro mundo.

 

 

fiebre

Y veo criaturas en las paredes,
vienen a por mí,
tiemblo sólo con la posibilidad
de pensar que podrían
volver a tocarme.

Abrazado a ti,
tiritando,
pensando en la posibilidad
de que vengan a buscarnos
de que esta fiebre acabe,
porque es lo único que nos mantiene vivos:
La necesidad de malgastar todas nuestras fuerzas
hasta quedarnos agotados,
tumbados el uno al lado del otro,
risa con risa nerviosa,
sólo esperando que nuestros cuerpos dejen de temblar
y nuestros sexos dejen de doler.

Y descubro la posibilidad de una noche más.
Deja de estar en guardia el universo.
Los moratones poco a poco desaparecen.
Puedo volver a besar tu precioso cuello.

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Lucha libre mexicana

2019-02-24

Lucha libre mexicana

 

La mayor virtud de la humanidad
es que no necesitará de un destructor de mundos.
Se destruirá por sí misma
Adelantando el cambio climático,
construyendo armas cada vez más destructivas,
alabando y normalizando todo ese racismo,
el odio al diferente y la polarización.

Discursos emocionales que agradan a las masas
que a su modo también son literatura
y, por eso y sólo por ello,
cambiarán el mundo a peor.
Entonces repito:
Muerte a la literatura.

Pero vuelvo a sentarme en la pantalla del ordenador
acompañado de todas estas letras
y no cambio el mundo,
ni siquiera consigo mitigar mi enfermedad,
sólo sentirme un poco mejor,
más consciente de mis pensamientos,
más cercano a ti.

A pesar de todos tus reproches,
de las discusiones alrededor de la nada.
A pesar de no tener ya ni tiempo para escribir,
o tomar unas cervezas y hablar de lucha libre mexicana.
A pesar de que todas nuestras conversaciones
acaben remitiéndonos siempre a ese bicho
que metimos en nuestra casa.

Porque ahora la literatura es verla crecer,
imaginar como será dentro de diez o veinte años
y calcular, siempre sin acierto,
cuánto de lo que ella llegue a ser
dependerá de nosotros.

 

lucha libre mexicana

 

Y después por las noches
tú duermes abrazada a ella
y yo sigo soñando con el santo,
con la lucha libre mexicana.
Escribo un guion
en el que da su merecido
a todos esos malditos burócratas
que sólo sueñan con cuadrar los números.

Y en la literatura del sueño
puedo despertarme todavía soñando
que yo soy él.
Observar vuestra perfecta respiración,
y recordarle,
que no ha de tener miedo
ni a las brujas ni a los monstruos,
mucho menos a los hombres enmascarados
que vigilan agazapados en una esquina
y, piensan si ella siempre podrá dormir así de bien.

O, en momentos que dedico sólo a nosotros,
en llevarte a la habitación de invitados,
y hacerte una foto
en el instante preciso,
Porque creo que nunca te lo he dicho,
pero nunca eres tan joven
como cuando tienes un orgasmo.

 

Y eso es todavía mejor

que la lucha libre mexicana.

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Esperando

2019-02-21

Esperando

La cenicienta se aburre,
no ha sido invitada al baile.

Blancanieves no se despierta,
ni siquiera con los besos de mil príncipes.

Rapunzel nunca sale de su torre
y no llega a descubrir el porqué de los farolillos.

Elsa construye un castillo de hielo
que nadie nunca encontrará.
Se quedará ahí a vivir para siempre
atrapada,
como el resto de las princesas.

La sirenita ya no aspira a una vida
fuera del mar,
no descubrirá nuevos mundos
ni conocerá el amor.
Se pasará la vida esperando.

Como esperando se queda la princesa en el castillo.
El príncipe se muestra incapaz,
no puede acabar con el dragón.
Se burla de él,
disfruta del mero hecho de tenerla atrapada
y sueña con coleccionar princesas
mientras busca nuevos mundos que arrasar.

Coo los soldados que descubrieron el nuevo mundo.
Encerraron en una jaula a Pocahontas
junto con toda su familia.

La misma compañía de tantas princesas
que se pasan la vida esperando.
A que empiece el colegio.
A entrar en el instituto.

Esperando que acabe la tortura
de los mensajes en las redes sociales
y las palizas grabadas en los cuartos de baño.

 

Esperando

 

Esperando conocer un hombre que las valore por sí mismas.
Tener su primera cita, su primer orgasmo.
Disfrutando sólo de esperarlo.
Al tiempo que espera que él venga a casa,
borracho y de mal humor,
soportando los insultos,
los estallidos de rabia.

Esperando el nacimiento de sus hijos,
nueve meses,
mientras recibe los primeros golpes.

Él le pide perdón demasiadas veces
y ella espera que alguna de ellas sea la definitiva.
Sueña con el borracho,
tirado durmiendo en el sofá
un golpe seco en la cabeza,
después otro,
y otro más,
y otro más.

Arrastrarlo al jardín,
donde las ratas buscan comida.
Hasta que al fin desaparezca.

Pero los sueños, sueños son.

Sus hijos crecen y se van de casa.

Esperando a subir en las listas para ir a una residencia
con la espalda destrozada de fregar platos.
Compartiendo habitación con él,
que pierde la memoria
y es cada vez más dulce
y más dependiente.

Esperando entre esas cuatro paredes.

Esperando.

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