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Las vidas alternas

Etiqueta: Despersonalización

Cabeceros de metal

2020-10-10

Cabeceros de metal


Mi psiquiatra dice que sólo es un sueño. Pero yo sé que hace algunos años me atropelló un autobús, lo recuerdo perfectamente. Iba al instituto, medio dormido, como siempre. Me había levantado con el tiempo justo para ir a desayunar y mojarme el pelo. Tenía un pelo que no se permitía domar, siempre trataba de tumbarlo con el peso del agua. Y él volvía hacia arriba. Mientras andaba podía sentir los rizos botando sobre mí. Odiaba tener el pelo rizado.

Creo que pensaba en eso, sin darme cuenta de que el agua que me había echado en la cabeza no me había conseguido despertar del todo. ¿Fue un sueño? Yo digo que no, mi psiquiatra dice que sí. Los sueños no se graban en nuestra memoria con tantos detalles.

Pasé al lado del quiosco. En la Fotogramas, la portada se la dedicaban a Quentin Tartantino, Pulp Fiction se había mantenido en cartelera más de un año en varios cines de la ciudad. En la Rockdelux me hubiera gustado ver una portada con Surfin’ Bichos, pero se la dedicaban a Radiohead. Todo el mundo hablaba de Radiohead, y en mi mente pretendía confeccionar una diatriba que os convenciese a todos de que el Rock Británico estaba muy sobrevalorado. Pero lo hacía a duras penas porque tenía prisa, así que levanté el pie y lo puse del lado de la calzada.

“Oí un grito de mujer”, le digo al psiquiatra. “Escuché aquel sonido detenido en el aire”. Es muy extraño porque, cuando se detiene el tiempo, el ruido suena eternamente. “Comida china y subfusiles”, es lo que recuerdo repetir en mi mente, una y otra vez, una frase que duraba menos que una partícula de segundo. Y, mientras veía el autobús casi encima de mí, pude fijarme en todos los viajeros, la expresión de pánico del conductor y la de estupefacción de una vieja que caía sin detenerse y sin soltar el carrito. Llevaba unas gafas estilo Woody Allen.



El autobús pasaba por encima de mí, y el dolor era insoportable. No recuerdo el dolor, pero estoy seguro de ello porque podía ver cómo aquel vehículo me aplastaba desde el otro lado de la acera. Podía escuchar mis gritos y, a su vez, adivinar como mi luz se iba apagando poco a poco.

“Supongamos que lo que dices es verdad, que perdiste la vida en aquel instante”, dice mi psiquiatra mientras se asegura mirando por la ventana a través del cristal para asegurarse de que sus lentes habían quedado perfectamente limpias. “Si es así, ¿por qué no se fundió todo en negro? ¿Por qué sigues aquí y no has desaparecido?”. Como no creo en el más allá, la pregunta es pertinente.

Yo también miro por la ventana, la aurora del amanecer dibuja preciosos cuadros en tonalidades rojizas. Cuadros abstractos que lo significan todo aunque no signifiquen nada. No es lógico que esté en su consulta a esta hora.

¿O sí? ¿Dónde estoy ahora? Sólo sé que mi imaginación se resistió a morir, y fue creando recuerdos, escondiendo mi vida de la muerte como el agua que se esconde en el desagüe.

Sé que sigo debajo de aquel autobús porque desde ese día no he podido dejar de escuchar, en ningún momento, el grito de horror de aquella mujer. Gracias a ese grito sé que sigo huyendo, que la muerte todavía no me ha encontrado.

Tengo que estar alerta, sé que ella no me olvida. Quizá debería aprovechar mejor el poco tiempo que me queda, bailar al amanecer mientras escucho de fondo el ruido estridente de los pájaros, qué se yo. Pero tengo miedo, no quiero que la luz desaparezca y es por eso que me resisto a salir de este purgatorio de cabeceros de metal, puertas con cerrojo y paredes blancas.


 

Cabeceros de metal

Cabeceros de metal


Relato


Lobotomía


Relato Despersonalización, Pensamiento críptico

La estación

2019-03-24

La estación y otros poemas

Por enésima vez

Y, por enésima vez,
cierro los ojos
tratando de observarte
en la oscuridad.

Precipicio

Camino al filo del precipicio,
donde, dicen,
crecen las flores más hermosas.

estacion

Estaciones

Esperando en la estación
pienso que tal vez no merezca la pena
subir al siguiente tren
sólo porque siento que mi vida aquí se ha desgastado.

Si fuera la primera vez…

Pero ahora puede que sólo sea
que me he acostumbrado al tacto frío del metal,
al mundo que se mueve tras las ventanas,
a la falsa comodidad de los asientos
y la sensación de soledad en un vagón repleto de gente.

Pienso en cómo me verán los demás,
disfruto de la comodidad de ser otra persona,
de pensar que puedo escapar de todo este desgaste,
volver a empezar de nuevo en otra piel.

Ya no sé qué espero encontrarme
cuando el tren pare en la siguiente estación.
No sé si es posible escapar
Porque está todo dentro de mí.

Y yo que creí que los astros me protegerían,
pero son los mismos en todas partes,
tan inalcanzables, igualmente indiferentes.

Y, no, sigo sin tener nada claro
que todo esto merezca la pena
parar en una estación o en la siguiente
da igual lo que me encuentre.

Porque volverán los días
de medicación y alcohol,
el opio para las noches
en las que no puedo dormir,
la agónica espera
de un mensaje,
de una llamada
que me diga que te importo
que sólo quieres que vuelva
de mis viajes para acurrucarnos juntos
y volver a olvidarnos de nuevo
de quienes somos.

Soldaditos de plástico

Porque volverán los días
en que, de niño,
veía la tele
y organizaba guerras imaginadas
con mis soldaditos de plástico,
donde siempre había
alguien que cuidaba de mí
y me sujetaba a este mundo,
sólo permaneciendo ahí
con un gesto, con una sonrisa,
incluso con un grito o un castigo
que significaban algo muy simple:
nunca te abandonaré

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Recuerdos de cristal

2019-03-16

Recuerdos de cristal

Su mente se encuentra atrapada
en una mente frágil, de papel,
que sólo libera sus recuerdos
cuando se pone a llover.

Desconoce el paso del tiempo.
Ahora es un niño que mira
los diferentes colores
de los botellines de cerveza
en el almacén del bar de sus padres.

Cinco minutos más tarde
se ha casado y tiene tres hijos
aunque no recuerda sus nombres,
ni su edad, ni la sonrisa traviesa
de la más pequeña,
cuando sólo tenía tres años
y quería tocarlo todo.

Su hija es su hermana ahora
y van juntos al colegio
compitiendo a ver quién de los dos
se sumerge en el charco más profundo.
Él es el mayor y la defiende
cuando otros niños se meten con ella en el patio,
incluso una vez llegó a pelearse
por ese motivo con su mejor amigo.
¿Cómo se llamaba?

recuerdos de cristal

Volvemos a las paredes blancas de su habitación,
dos mujeres desconocidas le han atado a la cama.
Ahora tendrá unos nueve o diez años,
y sólo ve las paredes blancas, las sábanas blancas.
Y una luz en el centro, compuesta por pequeños trozos
de todas las botellas que espiaba de pequeño
y la habitación se rompe en mil pedazos,
en recuerdos de cristal que hubiera deseado olvidar.

Como aquella noche
en la que vinieron a buscar a su padre,
como a tantos otros,
y después se oyeron disparos en el cementerio,
las huellas siguen estando ahí,
en las paredes de su memoria
aunque a veces no sepa quién es
ni por qué se encuentra en ese lugar.

Y aquella noche en el monte,
de entre los matorrales salieron dos mujeres malas
que teniéndole atado le obligaron a tragarse unas pastillas.
Recuerda que le provocaron un sueño tremendo
del que con suerte, no hubiera vuelto a salir.

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Suciedad

2018-11-26

Suciedad

Entramos juntos en aquella habitación
y me traspasaste toda tu suciedad.
Han pasado treinta años
y todavía sigo intentando limpiarme,
pero la carne es débil
y a veces no tengo otra opción:
revolcarme en el fango,
ensuciarme un poco más
porque nadie me enseñó a vivir de otra manera.

Si supieras el daño que has causado,
tal vez ni siquiera te importase.
Y sé que es ridículo pedir explicaciones a un cadáver
pero necesito que me des un motivo
para poder pensar que soy algo más
que aquello que decidiste despreciar.

Me dijiste que debíamos ser buenos amigos
y que los buenos amigos se hacen favores.
Y te dejé hacer todos los que quisiste
sin parar a pensarlo,
paralizada por el miedo
con tus manos en mi cuello,
mi cuerpo semidesnudo
y mi espalda contra una pared helada.

Te hizo gracia que me sangrara la nariz
después de golpearme.
Creo que, después de eso,
nunca volví a ser capaz de respirar
y es por eso que a veces me ahogo sin motivo,
que todas mis articulaciones se bloquean
y me quedo parada
recordando tu voz decirme:
quieta,
estáte quieta
o será peor.

No puedo imaginarme que fuera peor de lo que fue.
Ni creo que sepas todas los actos oscuros que tuve que interpretar.
¿Intentaba salir de aquella habitación
o, por el contrario, permanecer en ella para siempre?
Porque el miedo que te tuve fue minúsculo
en comparación con el que me provoca salir,
pensar
que alguien pueda ver las marcas
al cortar mi cuerpo,
que alguien pueda olerte en todos y cada uno
de mis orificios.

Y, entonces, me vuelvo a quedar en la habitación,
donde ya no hay nadie, sólo tú.
Y sólo puedo decirte
que ya no te tengo miedo.
Me da igual si vuelves a entrar,
conozco el daño que provocas
y mil maneras de matarte.

No te tengo miedo.
No tanto como el que me tengo a mí misma.
A todas las barbaridades
que tuve que hacer para olvidarte.

suciedad

Sombras Despersonalización, Destructor de entrañas, Pesadillas

Frases sueltas, aburrimiento mortal

2018-09-21

Frases sueltas, aburrimiento mortal

Conozco el miedo.
También la culpa.
Las noches infinitas.
El dolor en tu mirada.
El daño que provoca el alcohol.
Y el deseo de terminar.

Sé por qué te fuiste.
Las palabras se clavan como cuchillas.
No nos dejan descansar.
El agua que no limpia.
Cuando nos sentimos sucios por dentro.

Las nuevas vidas.
Siempre insatisfactorias.
Las voces silenciosas.
Que no dejan de machacarme.
El dolor autoinfringido.
Me visita cada mañana.

La imaginación omnipresente.
Que dibuja mi realidad.
Las vidas alternas.
Cuántas llevo ya.
El miedo a los monstruos.
El miedo a tu mirada.
Las heridas ocultas.
En realidad no quiero que desaparezcan.

Los peluches.
Un lugar al que huir.
El escondite donde pueda abrazarte.
Otro trago de vodka.
Magdalenas amargas.
Eterno retorno.
Pensamientos vacuos.
Razonamientos sin sentido.
Aprehender el sufrimiento.

La casa que explotará.
Olvidé cerrar el gas.
También parar mi pensamiento.
Y ahora no puedo dejar de escribir.
Frases sueltas.
Aburrimiento mortal.

Los rostros extraños.
Nunca sabes lo que piensan.
Cuándo querrán ayudarte.
Cuándo querrán hacerte daño.
A quién odias.
Aquí sólo estás tú.

El cigarrillo que se consume.
Las píldoras de felicidad.
La fragilidad de un niño.
Que luchaba con gigantes de queroseno.
La máxima velocidad.
A la que vuelan mis pensamientos.

Esta noche.
En algún momento cerraré los ojos.
Tumbado en mi rencor.
Un animal herido.
Un accidente automovilístico.
Una espada bien afilada.
Mis perfectas pesadillas.

La verdadera oscuridad.
En mi cámara hiperbárica.
El tumor y el bisturí.
La comunicación imperfecta.
Una pequeña dosis de anestesia.
Y entonces me desconecto.

aburrimiento

Luces, Sombras Carácter Destructivo, Culpabilidad, Despersonalización, Klee, Pesadillas, Recuerdos, Sangre

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