La estación y otros poemas
Por enésima vez
Y, por enésima vez,
cierro los ojos
tratando de observarte
en la oscuridad.
Precipicio
Camino al filo del precipicio,
donde, dicen,
crecen las flores más hermosas.

Estaciones
Esperando en la estación
pienso que tal vez no merezca la pena
subir al siguiente tren
sólo porque siento que mi vida aquí se ha desgastado.
Si fuera la primera vez…
Pero ahora puede que sólo sea
que me he acostumbrado al tacto frío del metal,
al mundo que se mueve tras las ventanas,
a la falsa comodidad de los asientos
y la sensación de soledad en un vagón repleto de gente.
Pienso en cómo me verán los demás,
disfruto de la comodidad de ser otra persona,
de pensar que puedo escapar de todo este desgaste,
volver a empezar de nuevo en otra piel.
Ya no sé qué espero encontrarme
cuando el tren pare en la siguiente estación.
No sé si es posible escapar
Porque está todo dentro de mí.
Y yo que creí que los astros me protegerían,
pero son los mismos en todas partes,
tan inalcanzables, igualmente indiferentes.
Y, no, sigo sin tener nada claro
que todo esto merezca la pena
parar en una estación o en la siguiente
da igual lo que me encuentre.
Porque volverán los días
de medicación y alcohol,
el opio para las noches
en las que no puedo dormir,
la agónica espera
de un mensaje,
de una llamada
que me diga que te importo
que sólo quieres que vuelva
de mis viajes para acurrucarnos juntos
y volver a olvidarnos de nuevo
de quienes somos.
Soldaditos de plástico
Porque volverán los días
en que, de niño,
veía la tele
y organizaba guerras imaginadas
con mis soldaditos de plástico,
donde siempre había
alguien que cuidaba de mí
y me sujetaba a este mundo,
sólo permaneciendo ahí
con un gesto, con una sonrisa,
incluso con un grito o un castigo
que significaban algo muy simple:
nunca te abandonaré
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