Arrebato intimida. No sé si por su estigma de película maldita*. Quizá porque no es bueno ir acumulando tanta información sobre algo que no has llegado a experimentar por ti mismo. Porque Arrebato no es una película; es una experiencia. Mejor o peor, eso ya queda al criterio de cada uno, pero es innegable que se trata de algo diferente a lo demás. Nunca habrás visto o verás nada parecido.
Eso puede decepcionar mucho o cambiarte para siempre. Supongo que era eso lo que realmente me intimidaba. Puedo decir que me fascinaba antes de verla, pero después empezó a fascinarme mil veces más.
Es difícil definir las sensaciones que Arrebato provoca. Lo primero que puedo decir es que, a pesar de estar completamente integrada en la época en que se rodó** ha conseguido convertirse en un relato universal asimilable desde un gran número de perspectivas.
No me canso de verla. Cada vez surge un nuevo detalle, algo que me sorprende o una nueva interpretación. Todas sus escenas están dotadas de un aura especial, aportando valor a su mensaje sin duda críptico. Creo que Iván Zulueta pretendía explicarnos algo, imposible de captar a través de una historia más convencional, que tiene que ver con la fascinación, el paso del tiempo y el precio que nos obligan a pagar nuestras obsesiones y adicciones.
Arrebato es una metáfora del paso del tiempo a través del lenguaje cinematográfico. A través de dos personajes, Eusebio Poncela y Will Moore, directores cinematográficos ambos, aunque con concepciones muy diferentes, nos muestra su obsesión por las imágenes como una vuelta a la infancia, donde nos maravillamos por cada nuevo descubrimiento sin ser perfectamente conscientes del paso del tiempo. De que la vida, como una película, tiene una duración determinada y no podemos desprendernos de la entrega que nos exige por muy conscientes que seamos de que se acerca el final.
Esto estaría plasmado, en mi opinión, en los fotogramas que van desapareciendo y convirtiéndose en manchas de sangre. Los personajes no pueden dejar de grabarse y comprobar esas grabaciones, aún siendo conscientes de que, cuando más se graben más cerca estarán del final.
Y esto nos lleva a una segunda interpretación relacionada con el consumo de heroína. En que la cámara se convierte en un vampiro que contamina su sangre. Las imágenes podrían ser la sensación que la droga provoca en los personajes, la manera en les van alejando de la realidad hasta el punto que acaban desapareciendo dentro de ellas.
Pero más allá de esas interpretaciones, pudiendo haber muchas más siendo válida cualquiera de ellas. Arrebato es la historia de una obsesión. De una insatisfacción profunda provocada por la existencia que lleva a sus protagonistas y a su director a sumergirse en algo, ya sean recuerdos o sustancias, que les aleja cada vez más de la realidad sin que haya nada en sus vidas que les empuje a volver a ella.
Quizá Arrebato no fuera más que un grito de socorro de su director o quizá sólo la rodó porque le ayudaría a entender algo que nunca podría entender con palabras, no lo sé. Lo único que puedo decir es que a mí me vuelve a atrapar una y otra vez, y sus escenas ya han pasado a formar parte de mi mente.
* Hay infinidad de información en Internet a este respecto centrándose en los múltiples problemas acaecidos durante el rodaje, las pésimas críticas en el momento de su estreno y la manera abierta en que se trata el tema de la heroína a lo largo del filme. En mi caso fue una película a la que intenté acceder durante años, pero era imposible alquilarla o comprarla en ningún sitio, por lo que tuve que esperar a su estreno en TVE, muchísimos años después de su estreno para poder verla.
** Se puede decir que Ivan Zulueta fue uno de los fundadores de aquello que se vino a llamar la movida. La estética que aparece en la película ha sido imitada hasta la saciedad y ha quedado integrada en los primeros filmes de Pedro Almodóvar o en vídeos como el Embrujada de Tino Casal, que según algunas leyendas fue dirigido por el propio Zulueta.
Nos estamos acostumbrado a lo destartalado o directamente inacabado. Nos hemos vuelto inmunes a películas hechas con prisas y/o fácilmente mejorables si se pusiera el freno de mano y se escuchara a los cineastas. Y eso, se mire como se mire, es tan malo para el cine de entretenimiento como para los que lo amamos.
Entras en el diario El mundo, no en las grandes noticias sino en la revista de tendencias, una especie de tentaciones que han bautizado como Buho Magazine. Está dirigida a un público juvenil y todo en ella debe ser dinámico. Tu jefe lo tiene claro, no hace falta profundizar. A la hora de escribir un artículo sólo debes tener una cosa clara: Buscar un buen titular que atraiga muchos clicks. La forma de leer ha cambiado, la juventud necesita de estímulos, constantemente.
Escribirás en todas las secciones, es fácil encontrar datos de interés en Internet. El de especialización es un concepto anticuado, lo importante es saber adaptarte, que sepas escribir de cualquier cosa. Y empiezas a escribir artículos, te vas dando cuenta de que tu jefe tenía razón: puedes currarte el artículo todo lo que quieras, pero el valor de tu trabajo lo mide un número, y lo importante es la gente que entra, no el tiempo que permanezca dentro.
Empiezas a tener una colección de artículos, con títulos tan evocadores como: “¿Por qué todo el mundo habla del torneo de El Rubius?”, “Ejercicios para poner tu culo duro como una piedra” o “¿Qué beneficios tiene el uso del semen fuera de la reproducción?”.
Te gusta decirle a todo el mundo que eres periodista, pero cuando te preguntan si han leído algo tuyo te avergüenzas un poco. Por las noches, tus ojos en blanco se repiten que todo el mundo ha empezado por abajo, que llegará un día en que te podrás dedicar a hacer otras cosas que te llenarán más, pero ahora lo importante es coger experiencia y ganar dinero.
Eres un milennial y vosotros sois la primera generación nativa digital, utilizáis las redes sociales para manteneros informados de todo lo que os interesa, estáis expuestos a infinidad de estímulos. Si los Mass Media quieren captar tu atención necesitan crear contenido atractivo.
La gente hoy en día, no sólo vosotros, no usa los viejos ordenadores ni grandes pantallas. Puede acceder a cualquier contenido a través de su móvil. Puede consumir mientras viaja en el autobús o sentado en el cuarto de baño. No podéis permitiros perder veinte minutos leyendo un artículo, ni siquiera creéis que eso sea bueno para la vista. En la época del papel había que justificar un gran número de páginas más allá del interés. Ahora se trata de generar noticias continuamente, estamos en el siglo XXI y no mola mancharse las manos de tinta.
“Lo haces bien, chaval. Es por eso que te vamos a dar más responsabilidades. Una plataforma de contenidos por Internet, Netflix, nos paga por crear contenido promocional. Tienes que hacer un artículo sobre su última película Annihilation, pero no has de venderles una experiencia cinematográfica, eso es lo de menos”. ¿Has oído hablar de las fake news? No se trata de crear contenidos que seduzcan la inteligencia del lector, hay que crear contenidos que exalten sus emociones. Por eso pasas de sutilezas: “Como siempre, te recomendamos que la veas y saques tus propias conclusiones. Si estás suscrito a Netflix (¿quién no lo está ahora mismo?), su visionado debería ser obligatorio. Piensa que, te guste o no, puedes sumarte al debate que hay ahora mismo en Twitter. Te lo prometemos: ¡no se está hablando de otra cosa!” (Artículo Completo Aquí).
Ni siquiera les prometes que la película les va a gustar. Si me permites utilizar una expresión muy de los ochenta, el único argumento que utilizas es que si ven esa película estarán en la onda. Y yo, además de preguntarme por qué no puedo dejar de pulsar sobre todos aquellos titulares, recuerdo la HBO y su slogan, que decía algo así: “Esto no es televisión, es HBO”. Muy simple. Afiliándote demostrabas cierto status, porque podías permitirte pagarte un canal de televisión de pago y acceder a contenidos de calidad no accesibles al público en general.
Las cosas no han cambio. Netflix en un principio vio claro que no bastaba con tener una plataforma de streaming técnicamente impecable, sino también contenidos que la dotasen de prestigio. Pero aquel iba a ser el primer anzuelo, porque tú no pierdes el tiempo viendo Sálvame, ves cosas que te aportan.
La plataforma empezó a producir sus propias películas. En su mayoría cine disfrazado de independiente al que acompañaban unas buenas críticas que, aunque no quiero ser malpensado, creo que no hubieran conseguido de haberse estrenado en salas comerciales. No se trata tanto del pago de publicidad encubierta como del número de seguidores, de ganar todos, Netflix proporciona visitas y nosotros interés, y para eso tanto vale una buena crítica como un debate en Twitter.
¿Recuerdas lo que dijiste antes? Hay que apelar a las emociones. No quieren espectadores: quieren fans que defiendan sus contenidos a capa y espada (y que paguen una cuota mensual). No importa la pérdida de riesgo y calidad de la HBO, eso ya no se valora. No importa que me dejen frío los documentales revolucionarios de Netflix, porque seguramente es mi problema. Importa lo que se ha convertido en parte de nuestra identidad.
Un político pide que le recomienden series y con diez tweets un medio puede permitirse hacer un artículo. La plataforma consigue publicidad, todos contentos. El espectador escribe una opinión, da igual que sea positiva o negativa, sobre la última película que ha visto y su centro del placer se activa con los me gusta. No se valora el pedigrí, la cultura es lo que gusta a la gente, ni más ni menos. Importa la experiencia completa, no sólo los contenidos.
El logro es crear un caldo de cultivo en el que los fans se desesperen esperando. La próxima película o la próxima entrega de universos como el UCM o DC. No hay nada que excite más a las productoras que la creación de un universo propio, poder apoyarse en grandes ejércitos que defenderán sus gustos hasta desgastarse los dedos y acudirán en masa a ver el próximo estreno.
Pero todo tiene un precio. Y como la gente no espera eternamente hay que buscar una manera de mantener la expectación y cumplir tus promesas al mismo tiempo. Las plataformas prometen cada vez más contenido propio y las franquicias todo un calendario de estrenos. El producto deja de adaptarse a la promoción y los espectadores, como señala señala acertadamente Desirée de Fez, nos estamos acostumbrando a productos hechos con prisa y mal acabados.
El éxito es que tu adelanto en la Comic Con, generar noticias, aunque no haya nada que decir. Porque, insisto, nos interesa a todos. Debe haber filtraciones, cuidadosamente estudiadas, uno o dos teasers y cuatro o cinco trailers, que nos confirmen que va a ser todo un evento, que obtendremos lo que estamos esperando, aunque perdamos la capacidad de sorpresa, porque ya nos han destripado la mayor parte del argumento, mostrado las escenas más espectaculares y contado los mejores chistes.
Promoción antes que producción. Lo importante es que hablen de ti, da igual si lo hacen bien o mal. Series como The Walking Dead cada vez más adaptan sus guiones al impacto que puedan tener en las redes sociales. Lo demás da igual, ¿te acuerdas del ciervo? Entre una temporada y otra, entre una película y otra, van a pasar varios meses, quizá incluso años, y hay que mantener la atención del espectador, como sea. Lo que también puede tener un efecto perverso, ya que a veces toda esta información acaba provocando decepción en vez de expectación y las grandes marcas reaccionan con cambios y nuevas escenas poco meditadas.
Otro efecto perverso pero beneficioso para grandes productoras y Mass Media es la captación de un nutrido grupo de fans que defenderán el producto independientemente de su calidad. Así cada vez son más frecuentes en los actores y directores las declaraciones del tipo “no hacemos películas para la crítica, sino para los fans” o los mensajes victimistas en Twitter de realizadores sin talento defendiendo su obra con la única justificación de que también son grandes fans del universo en que trabajan, se han dejado la piel y vosotros no lo habéis entendido. Incluso medios para mí de calidad y redactores con talento caen en la trampa a veces, publicando crónicas o reseñas más o menos elaboradas pero destinadas únicamente a crear polémica.
Y finalmente sólo podemos decir que seguiremos pulsando, porque cada vez que pulsamos generamos endorfinas. Debemos seguir pulsando para curar nuestra decepción anterior. Para seguir pensando que todavía algo puede resultar estimulante. Veremos vuestras películas y vuestras series, aunque nos empecemos a avergonzar, aunque sepamos que van a ser una mierda y, sobre todo, esparciremos nuestras opiniones a lo largo y ancho del universo. ¿Quién sabe? Quizá algún día incluso algún periódico publique nuestra opinión o alguna interpretación loca que se nos haya ocurrido de la última de Star Wars, aunque sólo sea para rebajar a cero el coste de los clicks.
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