Infierno bajo el agua (Alexandre Ajá, 2019)
Uno espera más de una película producida por Sam Raimi que últimamente parece un tanto despistado. Veremos si se redime en la nueva película del Dr. Strange.
Tras la cámara está Alexandre Ajá, un director con talento en el plano visual pero totalmente incompetente a la hora de contar una historia. Obtuvo fama con la película Alta Tensión perteneciente a la corriente denominada Nuevo Extremismo Francés, compuesto de películas difíciles de ver por su crudeza y del que yo sólo destacaría al cineasta Gaspar Noé y alguna otra película suelta cuyos directores no fueron capaces de volver a dar en el blanco.
Está interpretada por Barry Pepper, secundario de películas de la talla de Salvar al soldado Ryan, La milla verde o La última noche (donde llega a eclipsar a actores de la talla de Edward Norton y Philip Seymour Hoffman), que no pasa por sus mejores momentos y Kaya Scodelario, una joven promesa, actriz bastante competente que, por otra parte no acaba de levantar el vuelo.

Infierno bajo el agua (Alexandre Ajá, 2019)
La historia no tiene mucho que contar y se nota. Dos personajes se encuentran atrapados en el sótano de una casa, durante un temporal, donde también hay un caimán que los considera un menú más que aceptable para la cena de esa noche.
Hay que decir que la película empieza bien con algunos buenos sustos y golpes de efecto. No debes verla si te preocupa un vacío en la credibilidad, porque no es creíble en absoluto. Los protagonistas son mordidos varias veces por los caimanes y, sí, gritan un poco en el momento, pero después no se les nota mucho: siguen andando tranquilamente e incluso se permiten pelear con ellos a puñetazos o encerrar a uno de esos bichos de 500 kilos en la mampara de una bañera.
No obstante, pasado el momento inicial, los guionistas y el director se quedan sin ideas y la historia deambula entre las conversaciones padre e hija acerca de su problemática relación y algunos golpes de efecto. Los caimanes se van multiplicando a su alrededor y se suceden las escenas de relleno con personajes, más extras que secundarios, que aparecen como por arte de magia y cuyo único cometido es ser espectacularmente devorados.

Infierno bajo el agua (Alexandre Ajá, 2019)
¡Ah! También hay un perro por ahí que no debe ser considerado un manjar por los reptiles, ya que se pasea tranquilamente sin que uno sólo de ellos se acerque a él. Puede ser que, al estar tan sucio, lo confundan con una piedra grande.
Se trata, en fin, más que de un film de serie B de un telefilme vitaminado de esos que tanto gustan a las cadenas de streaming, ya que les permite seguir dando una sensación de novedad entre los pocos estrenos verdaderamente interesantes que ofrecen.