Sangre en las letras
Me dijiste,
“ojalá pudiera follarme tu mente”,
sonaba apasionante.
Tú querías saberlo todo de mí.
Y yo preferí esconderme un poco.
Sabía que todo era demasiado.
Y te ofrecí una versión censurada.
Odio lo que siento
cuando me miras de esa manera,
como si fuera posible quererme.
Lo que sentiste nunca fue amor,
sólo compasión.
Y si querías follarte mi mente
sólo fue porque mi cuerpo ya no respondía.
Es imposible entre tanto tráfico mental.
Y si querías estar a mi lado
solamente porque estaba al otro lado del espejo,
todo el dolor y las consecuencias
fueron culpa tuya.
La tormenta puede ser tan dulce.
Y que tu mirada me desnude
es una visión tan literal.
Sólo soy tuyo cuando me siento un objeto
cuando consigues que deje de pensar.
Cuando mi risa estalla en mil pedazos
y después me echo a llorar.
Escogí cuidadosamente mis confesiones.
Las suficientes para mantener tu interés,
apartando aquellas que te alejarían.
Nos dijimos te quiero tantas veces.
Y si de verdad lo hacíamos,
¿por qué nos empeñábamos en vivir en realidades paralelas?
Si prometí curarte las heridas
¿por qué no dejé yo de hacerme cortes?
Si prometí curarme las heridas…
Creo que a veces me dices cosas
sólo porque quedan bonito.
Creo que a veces te decía cosas
sólo porque querías escucharlas.
No las sientes en realidad.
Hasta que vino la fiebre.
Y creí que nunca saldría de aquella.
Soñé que te contaba todo,
soñé que te quedabas.
Después soñé que me mataba.
Me quieres en mi simpleza.
Me odias en mi complejidad.
Somos una mezcla de ternura y terremotos,
de grandes tempestades
que nos mantienen despiertos
cuando lo único que querríamos hacer es dormir.
Crear una nueva vida,
en una nueva ciudad,
dos personas nuevas
que sólo se parezcan a nosotros.
Sin goteras en la mente,
ni deseos ni ansiedad.
Dormidos para poder
en nuestros sueños
Buscar un sentido a todo esto.

[mailpoet_form id="2"]