Perdiste los zapatos de soñar
Toda aquella intensidad,
energía malgastada
que se nos escurrió como agua
entre las yemas de los dedos.
Todo aquel deseo,
de permanecer pegados
que nos llevó a seguir aquel ritual,
el que empieza con confesiones,
besos y caricias,
y acabó esta vez
con nosotros atrapados
en una pequeña hoguera
de abandono y soledad.
Recuerdo cada noche aquella canción
que cantábamos juntos al acostarnos.
La estúpida felicidad que estar juntos dibujaba en nuestros rostros.
Prometimos que nunca dejaría de emocionarnos,
y ahora se ha convertido en la sal que tiramos en la herida
para que nunca cicatrice
y siempre pueda torturarnos
con todos aquellos recuerdos
de tiempos felices.
Cuando estaba contigo
soñaba con variedad y silencio
ahora sin ti,
tengo ruido y soledad.
Me dejaste una bragas usadas,
unos pantalones rotos
y los huecos de varios libros.
Tantos como historias
idénticas a la nuestra.
Personajes que arden
de deseo o soledad.
Tanta tinta malgastada
para ponernos sobre aviso
sobre errores
que no dudaremos en cometer
una y otra vez.
Recorro una y otra vez
todos aquellos lugares
en los que estuve contigo.
¿Recuerdas aquella piscina?
En ese lugar perdiste los zapatos.
Y tuve que llevarte sobre mis hombros
todo el camino de vuelta.
Prometí no soltarte.
Ahora no dudaría en hacerlo.
Recuerdo discusiones
que acabaron en risas,
noches en vela,
desastrosos platos de comida
cocinada con esas manos
acompañados de vino barato,
sexo en el ascensor,
besos robados,
manos entrelazadas,
y palabras y frases grandilocuentes.
Como si alguna vez el mundo
hubiera girado a nuestro alrededor.
Pudimos tener un futuro juntos
pero decidimos vivirlo
antes de que llegara.
Y, en las noches,
da igual la luna que haya,
me recreo en los episodios
de aquella vida
de la que tantas veces hablamos
y tan pocas llegamos a disfrutar.
