Objetivo
Tenía su objetivo fijo en ti.
Sonreías y apartabas la mirada.
Sentías escalofríos,
porque aquello significaba
todo lo que siempre habías odiado:
quedarte para siempre en aquel lugar.
Porque ninguna cárcel es nunca
lo suficientemente grande
y menos aquel instituto
de una ciudad pequeña
donde todas tus amigas insistían
en que le dieras una oportunidad.
Y, a veces, te levantabas de madrugada
y, desde tu ventana, podías sentir
el mundo en calma.
Y te ponías nerviosa,
consciente de que no podrías
saborear aquel silencio
sin conocer antes el ruido.
Sueños polares
Entre los espacios de mis palabras
siempre habrá un lugar para ti.
En mis sueños antárticos,
cuando el sol brille sobre la nieve,
siempre acabaré encontrándote,
bailando con los pingüinos
o jugando a pillar con un oso polar.
Siempre estarás ahí.
Serás mi modelo
cuando quiera dibujar la perfección.

Medianoche
De nuevo despertaré a medianoche
y cerraré ojos para ver la completa oscuridad.
Me taparé y, cubierto de frío,
echaré de menos tu cálida piel.
Y, por más vueltas que le dé,
no podré apartar de mí esa melodía:
la canción que me cantas en la oscuridad.
Procesiones
Como las procesiones aterran
a quienes no son católicos
me asusta en la oscuridad
el canto de tus labios.
Aquella sonrisa
devoraría mi alma
y acabaría por convertirme
en aquel ser dependiente
al que siempre he odiado.
Extraña sensación
Esa sensación extraña
de pertenecerte
sin que tú lo quieras.
De que nuestra historia
se cerró sin acabarse.
De que todavía hay algo
que yo pueda hacer
para que vuelvas conmigo.
De que la persona
que me enamoró
con aquella extraña sonrisa
volverá para quedarse.
De que me has robado
la vida que quería tener.
De que nunca me recuperaré.
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