Los últimos tres días
Los pasé sentado,
mirando al horizonte.
Pero no no lo había,Los pasé sentado,
mirando al horizonte.
Pero no lo había;
lo tapaban los edificios.
Y daba igual,
porque allí no hay respuestas,
ni siquiera hay preguntas,
sólo aquel paisaje
vacuo y deprimente.
Y hoy,
leyendo unas cartas
que ya no volverán,
me pregunto si no es
demasiado tarde.
No para nosotros,
eso ya lo sé.
Demasiado tarde para mí.
Creo que me he pasado la vida
sin tener un sentimiento propio,
imitando los de los demás,
sólo para rellenar el vacío.
Me pedías comprensión,
yo me limitaba a mirar sin escucharte,
a subir el volumen del televisor.
A creer que existe un orden y un sentido
y que yo era parte de él.
Sólo tenía que seguir el camino
y leer los libros adecuados
para comprender quien eras
y por qué te vestías de aquella manera.
Si lo hubiera hecho
puede que estuvieras aquí.
Siempre la misma cantinela.
Los últimos tres días
Pero no estás,
y sólo te echo de menos
porque sé
que, si no eres tú,
no será nadie más,
porque sólo tú
me conectabas con la realidad.
Y puedo pensar que estoy vivo.
Si lo estoy,
¿por qué no tengo a nadie alrededor?
Podría desaparecer,
ahora mismo,
saltar
y nadie me echaría de menos,
tan sólo se preguntarían quien era.
Porque ya es demasiado tarde,
para ser humano,
sentir calor con un abrazo
o disfrutar del silencio sin medicación.
Tan humano como tú.
Recuerdo cuando me reía
porque llorabas con los anuncios navideños
y sólo era así
porque tú los entendías y yo no.
Conservabas esa sensibilidad
que yo perdí en el abismo.
Y ahora es demasiado tarde.
Para todo.
Para ser humano
y para no perderme,
volver a quererte,
sentir ilusión,
mostrar interés
o centrarme en el horizonte
y pensar el maravilloso espectáculo
que significa verlo
esconderse entre las nubes.
Los últimos tres días
Demasiado tarde para no saltar.
