El infierno
Nos conocimos aquí,
ya hace dos años.
Tomamos una taza de café,
una tarde de otoño,
las hojas amarillas
se amontonaban
bajo nuestros pies.
Hablamos de todo,
te presenté a mis fantasmas
y conocí a los tuyos.
Eran, con diferencia,
mucho más crueles.
Y ahora estoy tumbado
en el suelo de tu habitación
esperando a que vuelvas.
Pero no lo haces
y es gracioso.
Porque me serviría
cualquier persona,
cualquiera podría salvarme
y, sin embargo,
me empeño
en esperarte a ti.
Me dijiste una vez que,
cuando apuntabas al cielo,
siempre había un momento
en que la bala dejaba de subir
para caer con fuerza
sobre la superficie.
Nosotros apuntamos alto,
nos creíamos seres
de la misma especie.
Sin embargo, yo era de marte
y tú del infierno.
