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Las vidas alternas

Los que no vivieron

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Las vidas alternas

Cirujano patafísico (I)

Cirujano patafísico, primera parte.

Durante unos minutos Laura pensó que aquello que sentía era la muerte. Con los ojos abiertos era incapaz de ver, como lo era de mover sus miembros, incluso de sentirlos, y una sensación narcótica recorría todo su cuerpo.

La segunda señal de que aquellos serían sus últimos momentos fue ver pasar su vida ante sus ojos. Como los que reciben la visita del fantasma de las navidades pasadas, ella podía verlo todo como si estuviera presente en la habitación, como si pudiera tocar a sus padres acercarse al armario y contemplar su colección de libros de TEO. Sacar uno y volverlo a meter en el armario, y pararse en el que le regaló Marcos.

En segundo de parvulitos la maestra trajo unos cuantos a la escuela, no los suficientes para todos por lo que decidió sortearlos. Vestida con una bata de cuadros rosas y blancos, sentada en una silla diminuta, sólo esperaba que la profesora sacara su nombre de aquella caja para levantarse y recoger su libro.

Pero su nombre nunca salió. Lloraba, no había consuelo posible, o eso creían los demás cuando él se acercó y le regaló el que le había tocado. Quizá Marcos no era el niño más guapo del mundo, pero ella estuvo enamorada de él toda la primaria.

Y ella sí que era una preciosidad, se lo repetía su madre a menudo mientras peinaba sus largos cabellos rubios, lo veía en los ojos de la gente que se quedaba mirándola cuando paseaban por la calle, en las miradas indiscretas de los ancianos cuando su padre la llevaba a la piscina ya con doce o trece años, en las votaciones oficiales y oficiosas que se hacían en la clase en los ojos de Nilo en el primer curso de Bachillerato.

Nilo…

Y volvió hacia atrás. La profesora le dijo delante de toda la clase que ella, a partir de ese momento, tenía nivel suficiente para coger los libros que tenían un punto verde en la biblioteca, no sólo los de punto blanco. Se lo contó a Marta, su hermana mayor unas cien veces durante el camino de vuelta a casa. Marta se burló y la llamó chulita.

La profesora le castigó por primera vez el día que rompió las hojas con los ejercicios de divisiones que les había puesto ese día. Si había algo que Laura no podía soportar era sentirse tonta, y aquel día tenía aquella constante sensación, al ver que sus compañeros resolvían los ejercicios sin mayor dificultad mientras ella era incapaz de entenderlos. Sólo ella y Francisco Cortés se quedaron castigados en clase hasta la una. Se quedó castigada con él, que tenía todas las papeletas para convertirse en el primer repetidor del grupo.

La profesora hablaba con una compañera en la puerta. Estaba distraída. Era su momento. Se abrochó la mochila y salió corriendo. A ninguna de las dos maestras le dio tiempo a reaccionar, sólo cuando ya había bajado un piso corriendo. Quedaban dos más hasta la calle. Bajaba las escaleras de dos en dos y de tres en tres, sin agarrarse a la barandilla de rejillas negras de metal y pasamanos marrón claro, el barniz de aquella madera siempre le había parecido precioso, volvió la cabeza. Maite, la maestra gritaba algo desde arriba que, con el eco no llegó a entender.

Pero se despistó y cayó hacía delante. Se le habría deformado todo el rostro de no haber tenido los reflejos suficientes para parar el golpe con sus manos. Se rompió la muñeca izquierda.

En el hospital su madre le reñía. No debería haber hecho eso. Siempre hay que obedecer a la profesora. Le pediría disculpas en cuanto volviera a clase. Pero ahora tenía que descansar, dijo su padre, le guiñó un ojo y, cuando la madre se dio la vuelta, le dio una bolsa de gominolas. Coloco su dedo sobre los labios y ante su rostro bonachón. Y Laura ahora tenía catorce años.

Había sacado todo sobresaliente en la escuela y estaba en el instituto. Se besó con lengua por primera vez con Francisco Cortés, el asqueroso no hacía otra cosa que mover la lengua como un loco. Solía quedar con Nilo para estudiar en la biblioteca después de clase, y siempre volvían juntos a casa. Llevaba faldas que a su madre le parecían muy cortas, y nunca confesó a nadie que le excitaba la manera en que algunos chicos le miraban las piernas. Podía sentir perfectamente el aroma de su sexo.

Conoció a Martín con 19 años, cuando se fue a Madrid a estudiar Derecho, fue ella la que le habló por primera vez. Él nunca hablaba con nadie.

Pronto se hicieron inseparables, iban juntos a todas las clases. Se besaron por primera vez un mes y siete días después de conocerse. Martín saltaba la verja de su residencia cada noche y volvía a salir por las mañanas, oculto entre los setos. Hacían el amor hasta quedarse dormidos cada noche, escuchando la misma canción: 1979 de los Smashing Pumpkins.

Se levantaba en mañanas soleadas de invierno y se quedaba mirándole. Ahora se sentía tan especial, y un momento después rompía a llorar, porque la moto en la que solían recorrer la ciudad chocó contra un coche cuando ella no estaba presente, y Martín murió en el acto.

Marcos estuvo en el funeral, también estaba en Madrid, estudiando periodismo pensó que era la mejor persona que conocía, pero apenas tenía veinte años y se estaba quedando calvo.

El curso se le hizo demasiado cuesta arriba. Dejó la carrera y volvió con sus padres. En principio sólo durante un año. Necesitaba tiempo para pensar. Tiempo para no llegar a conclusiones. Sus padres agradecían mucho a Nilo que fuera tan atento con ella. Nilo Fuster, de vez en cuando la convencía para ir al cine o tomar una copa. Era un buen amigo.

Un día en el cine él apareció en la pantalla. Mirando fijamente al patio de butacas.

O sólo le miraba a ella.

Era ella la que tenía los ojos abiertos.

Las manos y los pies atados a una silla.

No estaba cerca de la muerte sino en una casa desconocida.

Y Nilo enfrente de ella. Todavía estaba mareada y no llegaba a comprender la expresión de su rostro.

-Perdona –dijo-, es la primera vez que pruebo la máquina y creo que todo ha ido demasiado rápido. Tendremos que empezar de nuevo, necesito que te centres en los detalles.

Continuará…

Cirujano patafísico (II): Los deseos alternos

Cirujano Patafísico

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