Mamá, acompáñame, no me dejes sola, el pasillo es tan largo, tan oscuro el camino a mi habitación.
No puedo hacerlo sola. Mamá, por favor, las sombras ocultan monstruos, algunos imaginados, otros no.
Todos quieren comerse mi carne tierna, esa que esconde el dinosaurio de mi pecho. Me ha prometido que no dejará que nada atraviese la suavidad de mi piel.
Pero sé que los monstruos tienen uñas y dientes afilados, muchos ojos que miran con maldad. Sé que te sonríen antes de morderte y que estarán ahí, acechando toda la noche hasta que el sueño me proteja.
Mamá, duerme conmigo, quédate conmigo hasta que amanezca. Hasta que la luz derrita sus cuerpos peludos y desfigure todavía más sus horribles rostros.
Sólo quiero que ardan sólo quiero a mamá y que vigiles mis sueños.
Mamá, acompáñame, o mejor, llévame contigo a tu cama. Deja que en la oscuridad pueda sentir el calor que desprende tu cuerpo. Que con solo alargar las manitas pueda tocar tu precioso rostro. Y sentir tu manto protector cuando sus ojos brillen en la oscuridad.
Días quietos, futuro incierto; días largos, pluma inquieta, días sin ti, noches malgastadas. Y, mientras, tu ausencia se cuela entre los huecos de las paredes, no como, no duermo, sólo escribo, trabajo y trabajo, pinto con letras paisajes pintados en blanco y negro, grises como este cielo de cemento.
Tú te limitas a no estar. Yo, trabajo y trabajo. Construyo un palacio de papel pero tú nunca quisiste reinar y las paredes están ardiendo.
Y el Antiguo Orden Mundial da paso a una nueva sociedad que anhela el amor perdido entre las cenizas.
Calcinado, tumbado sobre las brasas del infierno de nuestros sentimientos, frustración y deseos incumplidos.
Tahúres zurdos – Arde
Un virus ha invadido la tierra y, mientras miles mueren, yo sólo deseo que vuelvas y me contagies. Pues no tengo miedo a la muerte, lo único que temo es darme cuenta, antes de desaparecer, de que no conservo nada tuyo.
Y,
en mis paredes blancas
tu rostro
aparece y desaparece
como las caras de Belmez.
Cada vez más difuminado
por mi perspectiva miope
que confunde tu sonrisa,
antes cálida,
ahora extraña y conspiradora.
Extraño es el tiempo
que confunde
mis recuerdos,
como extraña es la persona
que tú eres ahora.
Los enemigos – Claro que arde
Te entregaré mi cuerpo que no podrás tocar sin tus guantes. Te regalaré mi risa que no podrás escuchar entre todo este silencio. Te mandaré bombones que no te podrás comer sin infectarte. Te acercaré mi perfume que no podrás oler tras esa mascarilla.
Los hombres santos rezan a Dios, le piden que salve a la humanidad, que detenga esta pandemia, pero él insiste en no escuchar, porque nada puede hacer. El olor a putrefacción no procede del cielo sino de nuestras almas condenadas.
Aquí en la oficina es imposible saber si es de día de noche. No hay ventanas, solamente fluorescentes que hacen que todo parezca más oscuro.
Mi mesa llena de papeles que ordenar los leo, estudio su contenido cuidadosamente hasta llegar al final a la conclusión de que no entiendo nada y guardarlos en un archivador sin perder la esperanza de que un día arda todo este edificio y, con él, todos los recuerdos de mi desdicha.
Tú, vete a saber donde estás tú. Pensé en escribirte una carta de amor pero me temo que mis musas no están aquí; deben estar haciendo cola en la fotocopiadora. Imposible encontrarlas, aquello parece una manifestación.
Grupos de grapadoras buscan escondites en cajones, armarios, incluso el cuarto de baño, jugando a piedra, papel o tijera temen la venganza de miles de folios agujereados.
Mientras, nosotros, las hormigas, trabajamos sin descanso y también sin posibilidad de guardar reservas para el invierno, apenas nos llega para acabar el mes. Pero te prometo, eso sí, que algún día atracaré un banco y, en nuestra huida, visitaremos todos los lugares que vimos en las películas.
Sería maravilloso, ¿no crees? Bajar cuestas sentados en estas sillas, desgastar los rodamientos, disparar pósits contra las lunas de los coches de policía. Convertir estos memorándums hasta ahora plenos de sopor en una infinita historia de amor.
La verdad es que ni te conozco, sólo te imagino conmigo fuera de aquí, solamente sé que te sientas a tres mesas girando a la izquierda, que vienes cada mañana con tu carita de sueño y te vas todos los días a las tres en punto. Me pregunto qué harás cuando no estás aquí, si sueñas con escapar como yo lo hago. Sólo sé que un día me sonreíste, que nadie había sonreído aquí antes Y que mi vida no sería un precio excesivo a cambio de tu libertad.
Contigo empezó la vida y conmigo desaparecerá. Entre medias, sólo siento el hambre y el despertar de literaturas muertas que nunca deberían haber resucitado.
Quemaré todos los libros que no me dé tiempo a leer, así no tendré la necesidad de inventármelos y arderán en un fuego tan intenso que podrá ser contemplado desde el espacio.
Si lo sigues podrás encontrarme sentado, esperándote. Así será en todas y cada una de mis reencarnaciones. Lo sentiré cada vez que te acerques y ya no necesitaré mis gafas para ver tu sonrisa.
Y el cielo desaparecerá entre las nubes. No me importará, no te preocupes: No necesitaré primaveras si estás a mi lado.
Y, si no apareces, me extinguiré entre las llamas. Convirtiéndolas en un huracán que volará hasta la luna convirtiéndola en una estrella, otra más, que se consumirá eternamente entre las llamas de tu ausencia.
El fuego recorrerá la tierra hasta encontrarte Y, entonces, sólo entonces, desharé lo hecho y me daré siete días para construir un mundo perfecto donde me cantes cada día las canciones que hicieron que me enamorase de ti.
Las mismas que soñaron aquella Nochevieja, la primera que pasamos junta, y permitieron que nos comunicáramos desde lugares tan distantes.
Sí, soy fuego, esa es mi naturaleza y, si tu eres agua, seremos cenizas y barro, polvo de estrellas, arenas movedizas que engullirán esta realidad tan horriblemente decorada y, con ella, la envidia y la tristeza, el dinero y el odio.
Me hundiré en tu océano. En un mundo que siempre estará húmedo. Donde nuestros gemidos serán La banda sonora de un nuevo universo donde el sonido viajará a la velocidad de la luz.
Y, las noches, no serán más que castillos que defenderán tus sonrisas perdidas, iluminadas por el arder eterno que sólo nosotros seremos capaces de contemplar.
Escribir ha dejado de ser un arma para convertirse en un medio a través del cual admitir la derrota o salir victorioso de una batalla que empezó hace ya demasiado tiempo.
Lugares que abandoné, gente que conocí, tiempos convulsos, ese círculo vicioso del que nunca escapamos sumidos en un aburrimiento mortal que hace que todo deje de importarnos. Porque descubrimos que, al final, la vida sólo era esto: Un conjunto de productos químicos que consumir y conjugar hasta llegar al punto que llamamos equilibrio.
Un vaivén entre la felicidad y el dolor, te enganchas a uno de los dos sólo porque tienes miedo al otro. Y los años perdidos, las ocasiones desperdiciadas te llevan a pensar que sólo has perdido el tiempo que, si pudieras volver atrás lo harías de otra manera, evitándote así tantas humillaciones y decepciones que en realidad ya no importan pero siguen ahí porque el tiempo es caprichoso y pasa tan rápido que parece que hubieran sucedido ayer.
Sientes entonces que los demás han sabido vivir mejor que tú. No sé si porque de verdad tienen las respuestas o porque se han repetido tantas veces las que les han dado que han terminado por creérselas.
Y me siento como un espía al que han destinado a un lugar extraño, un actor que interpreta su papel, preparándolo de un modo que los demás nunca lleguen a conocer sus verdaderos sentimientos.
Y, si la vida es sólo eso, adaptarse por inercia, yo te juro que cogeré todos mis libros y me largaré muy lejos. Me meteré en una cueva y escribiré mis versos hasta que no quede pared o aparezca la muerte en el preciso instante, en mitad de aquel verso que iba a ser, por fin, revelador.
Y me marcharé con ella sin resistirme, agradecido, por haberme evitado una nueva mentira, una nueva decepción.
Y tú pareces ida, y en tu silencio yo te grito que te quiero, tanto o más que a mí mismo por más que te moleste. Y dirás que eso que es fácil porque yo no me quiero demasiado. Y no te quitaré la razón pero este es el lugar al que pertenezco y no pienso abandonarlo aunque a veces me agoten las ganas de que sea él el que me abandone a mí.
Y vuelvo a buscarme en mundos paralelos, donde el placer y el dolor se pierden entre la niebla. Y me fascinas con una sonrisa que provoca una guerra en mi interior. Me deprime y me da una razón para levantarme cada mañana: hacer equilibrismos en el vacío hasta encontrar las palabras exactas que hagan que te quedes porque aquí puedes reírte de verdad. Como antes cuando hasta en el humo encontrábamos una razón para ser felices juntos.
Y ahora que sentimos la necesidad de escapar buscamos dobles sentidos en cada frase que decimos. Buscamos un guiño, o una esperanza o sólo una puta fantasía que nos sirva para dormir y levantarnos con la sensación de haber descansado.
Que no te has pasado la noche en vela intentando descubrir una nueva mentira. Que podemos aguantarnos la mirada y conocer y aceptar todos nuestros secretos. Que se abra el telón y ya nunca más sea capaz de esconderme.
Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies