Jump!
“Might as well jump (jump)
Might as well jump
Go ahead and jump (jump)
Go ahead and jump”
Van Halen, Jump
Jump!
Poneos los cascos a un volumen más allá de las recomendaciones de vuestros teléfonos móviles o aparatos de alta definición. Pulsad play y sólo tardaréis dos segundos en reconocer de las melodías más celebres de la historia del rock y no hay guitarras. Hay sintetizadores.
Eddie Van Halen ya se sentía desde principios de los ochenta tentado por la música de los sintetizadores pero el material que había presentado al grupo había sido invariablemente rechazado por todos sus miembros.
Al mismo tiempo, las tensiones entre David Lee Roth, cantante del grupo, y Eddie aumentaban debido a sus desavenencias en relación a la dirección artística que debía tomar la banda y, sin embargo, allá por 1984 un productor convenció a David de que pusiera letra a esa canción que la banda se había negado a utilizar.

Resultó que en esos días David había visto una noticia de un hombre que estaba subido a una de las Arco Towers de Los Ángeles. Pensó en aquella multitud parada frente al edificio gritándole que no saltara y, entre ellos, a alguien a quien le importaba un comino el bienestar de aquel pretendido suicida, alguien que simplemente le gritaba: Jump! (¡Salta!).
A David Lee le cuadraba aquel grito en el tema pero no el contexto. Así que aquella idea inicial pasó por un proceso de metamorfosis que la convirtió en una canción de amor. Una letra pegadiza que, cantada por él, se convierte en uno de los pilares de este tema.
El otro, por supuesto, es el que aportó Van Halen en la composición del tema con aquellas primeras notas de sintetizador que te atrapan desde un principio, un ritmo donde el rock y el pop llegan a rozarse con los dedos. David Lee canta más allá del elogio y, sin embargo, ya avanzada la canción nos encontramos con una genialidad de Eddie, un solo de guitarra particularmente anárquico que acaba fusionándose con otro de sintetizador de una manera tan natural, y a la vez tan extraña, imposible de imitar o repetir.

El disco 1984. En la portada un niño con alas de ángel frente a dos cajetillas de cigarrillos y uno encendido en la mano. La canción sonando constantemente en la MTv. Y todo saltó por los aires.
David Lee y los Van Halen tomaron caminos diferentes. Apareció Sammy Hagar como nuevo cantante de la formación y la calidad de los discos de la banda sufrieron un bajón importante. No es que ningún disco suyo hubiera alcanzado la excelencia, salvo en momentos puntuales, pero ya no era lo mismo.
Sammy Hagar nunca nos acabó de gustar. Cambiaron de formación repetidamente con la vuelta de David Lee Roth incluida sacando algunos discos prescindibles en los noventa (prefiero no comentar la hecatombe de Van Halen III) y giraron ya en plan dinosaurios hasta la disolución final de la banda en 2020.
La andadura de la banda viene un poco a confirmar mi teoría de que la mayoría de grupos deberían retirarse pasados cinco o diez años porque después no tienen mucho que decir. No obstante, da igual: siempre puedo quedarme en 1984. Nada me obliga a avanzar.
Ahora hazme caso, tú sólo dale al play.