Skip to content

Las vidas alternas

Los que no vivieron

  • Newsletter
  • Contacto
Las vidas alternas

Banda sonora para campos de concentración

Una perfecta banda sonora para campos de concentración

Despertamos de madrugada llenos de arena.
Y, después, desperté en un charco de sudor.
Hacía un día perfecto para algunos
e insoportable para otros como yo.

Tumbado en la cama sudaba queroseno
y las manchas de nicotina del techo me recordaban tu ausencia.
Que se habían acabado las vanas discusiones
en las que nos empeñábamos en no entendernos,
nuestra colección de sueños rotos
y tu mal humor al despertar.
Aquel que fue tristeza esta noche en la playa
cuando me dijiste que te marchabas a Inglaterra.

Simplemente me entregué al alcohol
y, después de recordarte toda la mañana,
salí a la calle.
Y todas las señales de tráfico estaban torcidas,
cerca de Olmos era imposible caminar sin chocar con algún turista
Estaban más atentos a sus planos y a sus móviles que a mi tristeza.
Y, en las terrazas, había negros que trataban de venderles unas rosas
que se marchitarían más rápido incluso que los sueños de prosperidad
que un mal día les animaron a venirse a España.

No había desayunado, ni probado bocado en todo el día.
Así que decidí sentarme en el Moderno.
Toda mi comida fue un bocadillo de serrano,
unos cien litros de agua para la resaca
y un millón de cigarrillos.
Todo ello amenizado por el tío del acordeón,
maestro de ruidos estridentes
que hubieran sido una perfecta banda sonora para campos de concentración.

Al mirar tu silla me di cuenta de que había un bolso sentado en ella
y pedí un café con leche para no dormirme en tus recuerdos.
Saqué mi libreta del bolsillo para vomitarte versos en ella
y acabé también haciéndolo en el baño del lavabo,
con la mala suerte de que me quedaron restos de ti en los zapatos
en cada una de mis pisadas de vuelta a mi mesa
cuando la tarde empezó a oscurecer.

Permanecí sentado hasta que el camarero decidió no esperar más.
Me trajo la cuenta motu proprio, pero ni de esas era yo capaz de moverme.
Así que tarde un rato en darme por aludido porque, en aquella tesitura
en que me encontraba, caí en la cuenta de que sólo tenía un sitio donde ir.

Se encendieron las luces de las farolas y permanecían abiertas las iglesias,
Esperando que sus fieles acudieran a confesar sus pecados y pedir penitencia
en vez de presumir de ellos colgándolos en Youtube.

Me crucé con un gato negro, pasé debajo de una escalera y rompí un espejo.
Pasee sin rumbo hasta que dieron las siete, justo las siete y cinco cuando
pasé por debajo de tu casa y pensé que era la hora perfecta de perder la compostura.
Tiraría piedras contra tu balcón para destrozar aquellos geranios
a los que siempre había envidiado porque los tratabas con más mimo que a mí.

Pero, para hacerlo, tenía que armarme de valor,
y, para ello, entré en un locutorio,
compré dos botellas de whisky,
y fui a bebérmelas al parque,
como han hecho siempre todos los que
alguna vez han perdido su hogar.
Recuerdo mis órganos deteriorándose
y después de haber perdido la memoria
me encontré vomitando Nueva Delhi en la fuente
que está frente a la estatua de un conquistador.
Hasta que dos policías, amables pero armados,
Se ofrecieron a llevarme a casa.

Pero yo no quería ir a una casa sin ti.
Y les pedí que me llevaran de vuelta al parque,
que me dejaran allí, en cualquier lugar,
enterrado en la hierba,
porque era la hora en la que el cielo terminaba de oscurecer
y las hojas bailaban al son de las ráfagas de viento
que también se llevaría consigo aquella arena,
la que aquella madrugada se me había quedado enmarañada en el pelo.
El material con el que aquella noche se habían construido mis sueños rotos.


 

Una perfecta banda sonora para campos de concentración

Entradas sugeridas:

Anhelo de imperfección

Todo que perder

Universos de incomprensión

Entrada en poémame

Imprimir

Si te ha gustado el artículo suscríbete a nuestra Newsletter para recibir actualizaciones semanales de nuestros contenidos.
Privacidad *
Privacidad

Revisa tu bandeja de entrada o la carpeta de spam para confirmar tu suscripción.

Relato, Sombras Adicciones, Desamor, McEnroe, Plagiarismo, Ricardo Lezón

Deja una respuesta Cancelar la respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Licencia Creative Commons
Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.

2018 - Senén Rubio Zubiaga

Idealist by NewMediaThemes

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies

Suscríbete

Si te ha gustado el artículo suscríbete a nuestra Newsletter para recibir actualizaciones semanales de nuestros contenidos.
Privacidad *
Privacidad

Revisa tu bandeja de entrada o la carpeta de spam para confirmar tu suscripción.