En otoño
Joaquín Sabina, Robe Iniesta, Quique González, Miren Iza, Rosendo, Josele Santiago, Nacho Vegas, Antonio Luque, Andres Calamaro, Jose Ignacio Lapido, Antonio Vega, Fito Cabrales, Yosi Domínguez, Anari, Enrique Villarreal ‘El Drogas”, Iván Ferreiro, Josa, Kiko Veneno, Sergio Algora, Javier Corcobado, Joan Manuel Serrat… Son muchos nombres, y me doy cuenta de que me salen muy pocas mujeres, los que suenan en el eterno debate sobre quién es el mejor letrista en castellano. Adoro a muchos de ellos y detesto a unos pocos, pero no me quedaré con ninguno de ellos.
Para mí el mejor es Fernando Alfaro. El mismo Nacho Vegas habla de él como San Alfaro, eterno chucho malherido y artista maldito desde sus comienzos en Surfin’ Bichos. Allí compuso varias de sus mejores canciones, letras extremas que llegaron incluso a hacer que su madre llegara a preocuparse por su salud mental.
Letras que salían de sus entrañas, porque Fernando Alfaro en sus letras mezcla alucinaciones místicas con casquería al más puro estilo David Cronenberg. No en vano su disco Hermanos carnales era un homenaje a la película Inseparables. Proyecto que en un principio se planteó como un disco doble en el que uno de los discos se hubiera titulado Beberly, el retraído y el otro, Elliot, el triunfador, este último único de los dos discos que salió a la venta ya que la discográfica rechazó la idea por motivos puramente monetarios.
En otoño redefine el término desgarradora. Con la excusa de un desengaño amoroso capta el espíritu de los noventa bastante mejor de lo que lo harían Los Planetas con Un buen día. Porque los revisionistas del indie tratan de presentarnos como una generación indolente, apolítica y consumista, sin referirse a ese vacío de fondo, la sensación de nadar entre las ruinas, esperando el comienzo de una vida que, en realidad, ya había aniquilado todas nuestras esperanzas de cambio. Tuvimos que asistir a la muerte de las ideología encontrándonos frente a esa vida que soñamos y parecía que nunca iba a empezar.
Porque ahora mismo puedo escuchar
Cada latido de mi corazón,
Como el ritmo de una canción
Que nunca empieza a sonar,
