Coágulos
Se apagó el televisor
y, el silencio,
casi siempre ausente
tomó todo el espacio
excepto el de mis pensamientos.
Cerveza caliente,
el frigorífico tampoco funciona.
Tengo un nudo en el estómago
Y mi piel está cada vez más arrugada.
Se esta llenando de manchas.
Y dormíamos en un colchón
tirado en el suelo.
No éramos felices
pero nos unía la necesidad,
tan grande como un universo.
Y hablábamos a menudo,
también con nuestro ángel de la guarda
que también estaba perdido.
Hoy se me ha puesto dura al levantarme.
Pensando que has vuelto
me he masturbado recordando
los tiempos mejores
y, cuando me corro,
recuerdo que tampoco lo fueron tanto.
Y me levanto de esta cama,
y miro las paredes sucias,
desconchadas,
el rojo de los ladrillos
de la sangre que salía de tu interior
cada vez que tenías el período.
Aquellos coágulos,
que fueron el único recuerdo
de nuestro hijo no nato.
En quien pienso ahora
con la música de la humedad de fondo
y tu mismo llanto constante
también al fondo, a la izquierda.
En aquella habitación,
donde la luz siempre está apagada
porque ya no necesitas ver
la sangre que resbala por tu entrepierna
después de una picadura mortal.
¿Recuerdas?
Cuando él o ella naciera
lo dejaríamos todo atrás,
pero no fuimos capaces de hacerlo a tiempo
y a ti te queda la suerte de no sentir
que sean los fantasmas quienes lloren
y la luna la que ilumine todos los huecos
donde se esconde el terror
que siempre guio nuestros actos.
Y a mí me quedan recuerdos
de los que apenas soy consciente.
Dime por favor, que yo también
encontraré tu reposo, vida mía,
que algún día el dolor
será más grande que mi necesidad.
Y que nuestras almas
separadas la una de la otra
encontrarán, por fin,
el reposo que nunca llegaron
a encontrar cuando no pasábamos
separados ni un solo momento.

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