Autorretrato
No creo tener enemigos mortales,
desgraciadamente,
aunque hay odios
que siempre me acompañarán.
Echaría de menos la culpa
si no supiera que siempre va a estar ahí.
No soy el que habla
sino el que escribe,
pero a ambos nos va la dramaturgia.
No escribo para ti,
ni para nadie,
aunque me gusta que me leas y me halagues.
En el fondo,
estoy convencido,
soy diferente,
también mejor que tú,
pero sólo desde mi punto de vista.
Egocéntrico, sí,
también complejo, introvertido e inseguro,
parte de una realidad
que oculta miles de secretos.
Nunca llegaré a comprenderlos todos.
Y tú nunca podrás llegar a comprenderme a mí.
Me hago entrevistas
como si fuera famoso.
Respondo con frases fabulosas
que sólo están en mi mente.
Oculto mis peores secretos,
construyo en mis recuerdos
la persona que quisiera ser.
Soy sólo el que escribe
vivo en un mundo totalmente diferente al tuyo.
Un mundo de universos
en el que puedo matar, follar y drogarme sin consecuencias,
a veces también hacer el bien,
dar la vuelta al mundo y convertirlo en un lugar mejor.
Estar aquí parece fenomenal,
pero tienes que pagar
el viaje de ida.
Porque me voy,
desaparezco entre ondas cerebrales
que unas veces se mueven en las nubes
y otras se revuelcan en el fango.
Desprecio tocar el suelo
porque es el mundo del que habla,
poco,
casi obligado.
El que está sujeto al mundo físico
y necesita que le recuerdes constantemente
que estás enamorada,
que no te vas a ir
y nunca le verás con mis ojos.
Deja que me castigue
y camine con el robot,
entre montañas nevadas,
necesito alguien con quien no hablar.
Reducir al mínimo el espacio físico,
porque seguro que en un mundo que no hay nada
no habrá recuerdos,
ni dolor,
ni vidas alternas,
ni soñaré con el enemigo,
finalmente peor que mortal.
Le conocí en una pesadilla,
compuesta de capítulos inconexos
donde yo siempre pierdo.
A veces pienso,
quizá gané en los que no recuerdo
porque quien no se consuela
es porque no puede.
Y me pregunto
lo mismo que escuché en aquella canción en aquel tiempo
tiempo de largas parrafadas donde vivía entre grandes edificios y coches contaminantes,
era todo tan caótico…
Y me pregunto:
quién fue el que me clavó la estocada,
crítica pero no mortal,
¿fue él o sólo yo?
Sólo hay una cosa
que me da más miedo
que desangrarme:
curar la herida.