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Las vidas alternas

Los que no vivieron

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Las vidas alternas

Mes: mayo 2018

Musología aplicada a las ciencias experimentales

2018-05-08

Musología aplicada a las ciencias sociales

No acabo de acostumbrarme a la fama. Héctor, mi redactor jefe, me dice que esta buena racha que estoy teniendo últimamente se acabará. Un día de estos me sentaré delante del ordenador y la pantalla seguirá en blanco. O diré algo inadecuado y me denunciarán, lo que últimamente es algo muy común.

Sé que muchos de ustedes me leen desde el otro lado del charco y quizá no están familiarizados con la redefinición del concepto de libertad de expresión que se ha llevado a cabo en este país, así que voy a resumírselo: la libertad de expresión como tal ya no existe en este país.

Bueno, tampoco es que no exista, para los que defienden ideas franquistas sí que existe, incluso puede que les den una subvención y todo. Pero eso se hace porque atacar a las ideas franquistas o hablar de las víctimas de la dictadura divide a la sociedad. Nuestra transición fue modélica y ahora todos somos amigos y tal, pero hasta eso tiene un límite.

En otros supuestos también existe, sólo que está penada. Es decir, si tú dices algo que pueda resultar ofensivo para alguien afín al Gobierno, léase iglesia católica o corona de España, alguien te puede denunciar si cree que le has ofendido. Puede ser desde un chiste de dudoso gusto hasta cagarse en Dios. Importa más bien poco lo que digas porque lo fundamental aquí es el grupo al que ofendes y, en último término, la cosa trata de pensártelo dos veces antes de decir algo en contra del Gobierno.

Ya ven amigos, luego nuestros gobernantes se tiran las manos a la cabeza cuando hablan de la falta de libertad en sus países. Si me considerase español les pediría disculpas pero, afortunada o desgraciadamente, soy vasco y no puedo hablar en nombre de otros.

Sepan ustedes, que el Partido Popular, el que gobierna en España con ayuda de Albert Rivera, valora mucho la libertad, siempre en un sentido neoliberal. Sepan que me denunciarán y que seguramente algún juez afín me enviará a prisión y ahí me prohibirán acercarme a menos de doscientos metros de un teclado. Y yo me pregunto: ¿Me echará usted de menos?

Quizá ahora me eche de más y me prefiera encerrado.

En fin, dicen que para sobrevivir en la cárcel tienes dos opciones:

1.- Matar a la primera persona con la que te cruces, así te ganas el respeto de tus compañeros.

2.- La segunda, dejar que se te caiga el jabón en las duchas delante de un mafioso. Esperar que vea sexy tu agujero a pesar de saber que es por ahí por donde sale la caca. Convertirte en su amante para que te proteja y te consiga tabaco.

Yo prefiero la primera opción, creo. No rechazo ningún tipo de sexo. El problema es que muchos van a la cárcel como quien va a un hotel, ya que las cárceles de ahora están repletas de comodidades, y la gente en sus vacaciones tiende a enamorarse. Y eso no es una cárcel de verdad sino un cachondeo.

Matando a alguien podrían encerrarme en una celda de castigo. Ahí por fin tendría tiempo para pensar. Porque la verdadera condena no tiene nada que ver con la celda sino con lo que me dijo Héctor: la pantalla en blanco. Esa Diosa a la que le entregas tus mejores ideas y te las escupe en el rostro una y otra vez.

Al final he amenazado a mi musa diciéndole que no escribiré nada más hasta que termine la segunda parte de cirujano patafísico. Ella no se lo ha tomado demasiado en serio.

Si alguna otra musa me está leyendo, por favor, que tenga en cuenta que me sobra una vacante.

musología

Manifiesto Albert Rivera, Libertad de expresión, Musas

Lugares abandonados

2018-05-07

Lugares abandonados

Mi piel no es impermeable
tus lágrimas de ácido la mojan y la atraviesan.
Y nuestra herida me escuece,
no sólo los días de lluvia.

Mi cerebro atorado,
en modo mantenimiento,
no sabe qué pensar
ni qué sentir.

Entonces me entrego a impulsos adormecedores,
hipnóticos, soporíferos, narcóticos,
estupefacientes, somníferos,
barbitúricos, calmantes.

Todo para olvidar
que mis tormentas de granizo
a ti también te hicieron sangrar.
Que me duele el estómago
porque no siento lo que debería.

Mi piel desprende sustancias tóxicas,
no te acerques, no me toques.

Me dieron medicinas para ordenar
el almacén de caos al que llamo recuerdos.
No hay posibilidad de cura,
renombra a resilientes
y a veces se lo creen.

Planté para ti un vergel daltónico,
te construí una casa de lugares abandonados.
El ángel nos observa
con el rostro destruido.

Juré que mi sal no escocería en tus heridas.
Te mentí,
involuntariamente y a sabiendas.

Mis palabras resuenan
exhortando tus reproches.

lugares abandonados

Sombras Angelus Novus, Carácter Destructivo, Culpabilidad, Desamor, Sangre

Miedo

2018-05-06

Miedo

No, no los cierres.
Mantén los ojos abiertos.
Ni se te ocurra dormirte.

Si lo haces vendrán a por ti.
De nada servirá que te tapes con la mejor de tus mantas.
Te abrirán el estómago.
Te enrollarán el intestino al cuello.
Te asfixiarás.

Busca algún entretenimiento y recuerda.
Los monstruos nunca viven en el armario.
Recuerda a Sartre: “El infierno está en los demás”

Está en el padre que, fuera de sí, amenaza con pegar a su mujer y a su hijo.
En los portadores de enfermedades mortales para las que no existe cura.
En el cuervo, que entrará por la ventana abierta y se llevará tus ojos.
En las cucarachas que penetran tu oído para poner sus huevos.

Un día te despertarás e insectos saldrán por todos tus orificios.
Te despertarás y lo verás todo negro.
Despertarás, tendrás fiebre, visión borrosa, te sentirás más débil cada vez.
Leerás en el periódico que los ha matado mientras mirabas en otra dirección.

Y te invadirá esa sensación,
el mundo debería pararse,
pero no lo hace.

La gente debería rebelarse contra el miedo,
pero no lo hace.
Y tú tampoco.

miedo

Sombras, Uncategorized Destructor de entrañas

Fracaso

2018-05-05

Me gustaría tener más talento; así no me pasaría la mañana entera dando vueltas, leyendo y releyendo artículos para buscar inspiración y escribir éste por fin. Me gustaría saber de antemano qué es lo que va a ocurrir, saber de qué voy a hablar ahora, cómo lo voy a hacer y no enfrentarme a la decepción que, con total seguridad, constituirá para mí el resultado final. ¿Y qué otro remedio hay? Ninguno, quizá sólo asumir que mis palabras sonaban mejor en mi cabeza.

Leeré otra vez esto mañana por la mañana y no me gustará. ¿No le pasa a usted también? Escribo poemas que ni se acercan a los que me animaron a hacerlo. No soy capaz de despertar los sentimientos que me despiertan, ni siquiera de coger toda esa tristeza y convertirla en una corriente inabarcable. Tal vez ahora usted piense que sólo digo tonterías, o que efectivamente estas líneas no tienen nada de especial o que no tengo razón. O tal vez usted, sin duda una persona letrada, sea capaz de llegar más lejos y decir que uno nunca es el mejor juez para sí mismo, porque conoce el proceso demasiado bien, las expectativas que levantó en un principio.

Si me valoro en base a ellas, lo reconozco, soy un fracasado. Imaginé mi vida como la de una eminencia que nunca se preocuparía por minucias como el dinero. Nada más lejos de la verdad. Pero, vayamos por partes, ¿está el fracaso necesariamente ligado al éxito?

Karl Marx decía que lo que diferencia al ser humano de otros animales es su capacidad para planificar aquello que van a hacer. Las hormigas no necesitan dibujar los planos del hormiguero, y lo construyan una y mil veces éste será perfecto. Se adaptará completamente a sus necesidades. No necesitan el talento porque la naturaleza les ha dotado de las herramientas necesarias.

Si usted me encomendara a mí la tarea de construirle una casa seguramente sería un desastre. Podría contarme todo lo que necesita, y yo podría entenderlo perfectamente. Podría dibujar en mi mente su casa soñada, sin excesivos problemas, Vayamos más lejos y digamos que yo también sería capaz de construirla y que usted entra a vivir en ella. Sería capaz de adivinar e la razón precisa de su muerte: aplastamiento por escombros.

Planifico, fallo, vuelvo a planificar, intento justificarme; enumerar todo lo que he aprendido es gracias al fracaso, pero nada de lo que diga será real. Dicen que de todo se aprende, pero lo cierto es que hay cosas que, ni en las peores de nuestras pesadillas hubiéramos sido capaces de planificar. Y una perfecta ejecución puede verse truncada fácilmente por imprevistos. No somos juguetes del destino, lo somos de la causalidad, una cadena de consecuencias eterna e imprevisible, de la que nos empeñamos en pensar que alguna vez podremos tener el control.

Lo cierto es que nos culpabilizamos constantemente. Usted también lo hace. ¿Cree que tiene razones o simplemente le gusta hacerlo? Puede planteárselo así: no he conseguido lo que me proponía, no soy feliz, ¿y qué? Mientras vivimos, planificamos, a veces va bien y otras no.

Expectativas y presión social. Conocí a una mujer que era feliz trabajando en una cooperativa, hasta que un día el amor se cruzó en su camino. Su marido y su suegra le insistieron, ella estaba muy preparada, tenía una gran experiencia, merecía más. En la empresa privada ganaría mucho más dinero, un objetivo nada despreciable para alguien que piensa en comprarse una casa o tener hijos.

Sólo se arrepiente de tener hijos a ratos, como hacen todos los padres. Quizá hasta pueda decirse que tiene una vida razonablemente feliz, nada que echar en cara a su marido, tampoco a su suegra. Sin embargo, se levanta cada mañana con ansiedad porque, en el fondo, sabe que no quiere trabajar en esa empresa privada que le paga tan bien, que le gustaría hacer otra cosa con su vida. Se siente atrapada en un entorno familiar razonablemente exitoso.

La presión social empieza en las familias. Desde muy pequeños el fracaso se encuentra ahí, acechándonos. Existen miles de millones de motivos por los que usted podría sentirse un fracasado. Todos nosotros habitamos el estigma, la soledad, los sueños rotos, vicios ocultos y placeres inconfesables. Y acabamos escribiendo discursos a nuestra medida que vienen todos a contar la misma historia: que gracias al fracaso encontramos otro camino, uno mejor. Así atemperamos nuestras incertidumbres, porque lo cierto es que no sabemos nada: es imposible determinar en cual de nuestras múltiples vidas alternas hubiéramos sido más felices.

Está usted obsesionado con el fracaso, creo que es mi deber decírselo directamente: deje de competir, en realidad como señalan acertadamente los Punsetes, a nadie le importa su opinión de mierda. Deje de pagar sus frustraciones con los pobres internautas, de expresar sus desinformadas opiniones a todas horas, en Twitter, en su muro de facebook. No es usted el más divertido, ni el más inteligente ni, por supuesto, el que mejor se expresa.

Está usted obsesionado con el control. O bien cree en la igualdad de oportunidades del capitalismo, que todo tiende a un orden y que son los ricos los que deberían gobernar porque son los que más saben de temas económicos, o bien da la razón a los teóricos del conflicto, y siempre conoce alternativas mejores a las que hay. Por muchas peticiones que firme en change.org ninguna de ellas servirá de nada.

Deje de triunfar en lo irrelevante. No nos importa si sigue usted la mejor dieta, si no vacuna a sus hijos ni toma medicamentos ni bebe leche porque mucho mejor informado que los demás, si conoce lo que realmente pasó en el atentado de las Torres Gemelas, si hace los ejercicios adecuados para no tener músculos en la grasa o si usted arreglaría éste o aquel problema con mano dura y en un santiamén.

Es usted un fracasado, como lo soy yo, como lo será su hija. No porque haya tenido que repetir curso a los seis años, sino porque es inevitable: siempre vamos a querer abarcar el máximo y sólo vamos a conseguir apretar el mínimo.

La desigualdad, el nihilismo o el descredito social seguirán persiguiéndole. El fracaso es el chicle eternamente pegado a su zapato. Seguirá siendo usted el personaje de una novela de Houellebecq, atrapado en una vida carente de emoción, a pesar de tener un trabajo estable, respeto y dinero en su cuenta corriente. Seguirá buscando diez mil razones por las que su hija se pueda sentir frustrada, por más tontas que sean.

Porque el fracaso nos define, el fracaso nos acompaña y el éxito es tan difícil de conseguir como fácil es desprenderse de él.

fracaso

Manifiesto Culpabilidad, Fracaso, Karl Marx, Los Punsetes, Michel Houellebecq, Tote King

Orquídeas fosforescentes, amaneceres de cartón

2018-05-04

Orquídeas fosforescentes, amaneceres de cartón

Esta mañana, en el ascensor, podríamos haber hablado de los grandes misterios de la vida en lugar de hablar del tiempo. Podría haberte mirado a los ojos mientras te hablaba, haberte contado todos mis secretos, soltado alguna frase ingeniosa, podría haberte hecho reír. Y también decirte que todo lo que teníamos que hacer hoy no era tan importante como volver a aquella vida de hace quizá unos veinte años, cuando las consecuencias inmediatas no se tenían en cuenta.

Debimos salir a la calle, debí decirte que eras especial, haberme fijado más en el rojo de tus labios. Entrar al supermercado y comprar helados, comernos cuatro o cinco de golpe, tirar a la basura nuestras pulseras inteligentes, dejar de contar los pasos, habitar el mundo con un plus de despreocupación.

Llamar a todos los timbres del barrio y salir corriendo, comprarle un par de pasteles a la anciana que pide en la panadería, también un café. Y escuchar nuestras canciones favoritas y bailar en ausencia total de sentido del ritmo. No drogarnos, por una vez, no desear evadirnos. Estar atentos a todo. No dormir, enlazar minutos segundos y amaneceres viendo La chica de rosa y el resto de las de aquella época (que tú sabes perfectamente cuáles son).

Sin importarnos si enamorarnos o no, ya la vida se encargaría de enamorarse de nosotros. Podríamos pasear por el Centro Comercial, y los que antes me llamaban caballero ahora me dirían señor. Aunque mi comida consistiera en un cruasán relleno de chocolate, nuggets de pollo y miles de gominolas. Aunque los niños nos riñeran por irresponsables. Aunque acabaran echándonos.

Llamaríamos a nuestros padres y nuestros hermanos y les diríamos que les queremos sin añadir ningún otro matiz. Recordaríamos que también vivimos nuestras vidas ante sus ojos, que hay pocas cosas más trascendentales que eso.

Robaríamos coches y alunizaríamos en las casas de apuestas, rescatando a todos los presos que hay en su interior. Caminaríamos por encima de los bancos, con cuidado al bajar para no pisar ninguna de las rayas de la acera. Sin tapar el cielo azul, bebiendo de los charcos, ignorando cualquier suerte de advertencia sanitaria. No preocupándonos de vivir más, o más sano, sino de vivir a secas.

Y nos detendríamos en el parque, donde nadan los patos y comen las palomas. Saldríamos volando tras ellas hasta llegar a la luna. Allí alquilaríamos un par de tumbonas. Juntos y abrazados disfrutaríamos de la vista, y de la compañía de los marcianos que habitan las oficinas subterráneas del satélite.

Sería nuestra primera orgía extraterrestre.
Nuestro mundo de acontecimientos únicos.
Nuestro amor, siempre imaginado, nunca consumado,
El que tantas veces pudo ser y no fue,
El que nunca nos fallará.
El que se reflejaba en nuestros ojos,
clavados en el suelo..

Orquídeas fosforescentes amaneceres de cartón

Luces Despersonalización, Placer

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