100000 Mariposas
Creí necesitarte
en tiempos oscuros.
Cuando todo me asustaba,
me sentía solo
y me encontraba hundido.
Tú, sin embargo,
decidiste no aparecer.
Por lo visto,
no merecía la pena
el esfuerzo de acercarte
Ahora has decidido estar ahí
todo el tiempo.
Te gusta pensar
que eres algo más que una molestia,
que somos almas gemelas.
Si algún día fuiste importante
es porque necesitaba alguien
a quien culpar de mi complejo de inferioridad.
Total, nunca me hiciste demasiada compañía.
Estoy mal, pero ya no quiero que me salves.
Tampoco quiero creer en la redención
ni que nadie me diga lo especial que soy,
profundo e inteligente,
ni que no tengo necesidad de torturarme.
He tocado fondo, lo confieso,
pero 100000 mariposas me elevan
y me ponen en pie.
Siempre he odiado a las putas mariposas.
Y mientras me hablas de finales felices
pienso que la vida sólo tiene un final.
No hay revelaciones,
ni momentos en los que todo cambio a mejor,
sólo cambios, evolución e involución.
Y toda la paz que traes contigo
no es más que homeopatía
que intentas vender
al primer imbécil
que se cruza en tu camino.
No quiero moverme,
hoy no me quiero levantar,
siento arcadas cada vez que lo intento.
Me paso el día escondido en la vigilia,
soñando catástrofes y
despertando entre penumbras
para volver después a cerrar los ojos.
Y escondido bajo el edredón
apago el móvil
para que nadie intente convencerme
de que mi vida no puede ser siempre así.
Una sucesión de visitas a mundos irreales,
donde yo soy la marea.
Cualquiera puede tocarme,
nadie puede detenerme.
Nadie puede convencerme de que no todos los días pueden ser iguales a éste.
Excepto las putas mariposas.
que
A veces se cuelan en mi habitación
100000 mariposas de diferentes colores.
Vuelan en espiral, hasta caer encima de mí.
Me hacen cosquillas al caminar sobre mi cuerpo,
Mientras aletean cercanas a mi oído
y me susurran que, inevitablemente,
el viento me llevará a otro lugar.

Dibujan cuadros de noches de tempestad
y, después, amaneceres quietos, silenciosos,
en los que mis pensamientos se funden
con el silencio que me rodea.
Me duele el hombro y mis piernas dormidas
me dirigen torpemente hacía algún lugar.
Allí donde puedo perderme en la belleza
de un mundo que a veces parece irreal.
Por un momento deja de pesarme el cerebro;
sé que sólo necesito dejarme llevar.
Andar por la playa, dejar
que el agua cubra mi cuerpo poco a poco
y se lleve toda la suciedad
que un día me regalaste.
Y, después,
después nada.
Simplemente me agarraré a sus alas
y dejaré que me transporten
al siguiente día.
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